Con ese cuento de la patria es que nos han jodido desde que el mundo es mundo. Patria de qué, la patria te la fabricas tú, la patria es tu familia, tus hijos, el lugar que te acoge y te permite respirar y crecer, donde el odio, la censura y la envidia no te hacen la vida imposible. Morir por la patria (en este caso Cuba) sería como morir por un charco de agua estancada. Solo vale la pena morir por tus seres queridos y por la libertad, porque solo se es plenamente humano cuando se vive en libertad. La patria es una prisión. La patria es chantaje emocional. La patria es la coartada con que los mediocres justifican su incapacidad para conquistarse un espacio. La patria es como la religión, el eufemismo al que recurren los débiles para disimular su vacío existencial. No tienen norte, no tienen meta, no asumen desafíos, no vislumbran horizontes, y entonces hablan de patria. Pero la patria es como un cascarón roto. ¿Acaso se aferra el águila al huevo del que salió?
Serenata diurna