Los metodólogos llegaron a la escuela primaria. Decidieron inspeccionar un aula. La maestra hizo una pregunta fácil a los alumnos:
—¿Quién me puede decir en cuántas partes se divide el cuerpo humano?
Desesperadamente, un mestizo asintió con gesto sabio.
—Dime, Rubencito.
—En cuatro partes.
—¡Cómo! ¿Tú sabes lo que has dicho?
—Bueno, mi papá me repite, cada vez que salimos a la calle, que el cuerpo cubano...
La maestra abrió la boca con miedo.
—Se divide en cabeza —empezó a contar con los dedos—, tronco...
“Ay, seguro va a adicionar el órgano reproductor…”, se revolvió la educadora.
—...extremidades...
“Ay, tápale la boca… va a decir una mala palabra”.
—...Y una jaba.
—¿Quién me puede decir en cuántas partes se divide el cuerpo humano?
Desesperadamente, un mestizo asintió con gesto sabio.
—Dime, Rubencito.
—En cuatro partes.
—¡Cómo! ¿Tú sabes lo que has dicho?
—Bueno, mi papá me repite, cada vez que salimos a la calle, que el cuerpo cubano...
La maestra abrió la boca con miedo.
—Se divide en cabeza —empezó a contar con los dedos—, tronco...
“Ay, seguro va a adicionar el órgano reproductor…”, se revolvió la educadora.
—...extremidades...
“Ay, tápale la boca… va a decir una mala palabra”.
—...Y una jaba.