No creo en la eficacia de los extremismos contra el castrismo… ni contra nada. Considero que nunca debemos parecernos al contrario. No obstante, los que son parecidos a ellos en nuestras filas no son mis enemigos, son cubanos que piensan de un modo diferente y, por tanto, adoptan en su lucha contra la tiranía tácticas y estrategias distintas a las mías. Aquí les adjunto, al final, una reacción de la escritora Zoe Valdés a mi artículo de El Nuevo Herald del sábado 8 de enero de 2010.
No sé si alguna vez podremos discutir los cubanos serenamente, sin la costumbre de ponerle etiquetas y descalificar a los otros, como hace Zoe diariamente como un auto obligado ejercicio. Confío en que maduremos y que no nos sorprenda la vejez en estas tonterías de “coger la lupa” para buscar cómo fastidiar lo que expresó otro.
Los que gobiernan en Cuba se alegran cuando desde la Isla, o desde el exilio, nos descalificamos. Zoe, con tanto tiempo viviendo en una de las cunas de la democracia y el modernismo, debía ya hace rato saber que vivir la democracia es asumir que existe lo diverso, que abunda lo contrario y que hacer pactos sociales y políticos entre nacionales cuesta mucho trabajo, pero es saludable. Es lo más inteligente y es de enanos no hacerlo. Lo que a Zoe hoy le parece mi debilidad, puede llegar a ser nuestra fortaleza: Es no temerle al debate con el contrario porque nos acompaña la razón.
Definitivamente, aunque considero que mis puntos de vista aplican mejor al caso cubano que las exageraciones de Zoe, por las especiales características y la trayectoria de un diferendo en el que todos hemos sido no sólo víctimas, sino víctimas-victimarios indirectos --porque todos en un momento u otro hemos pertenecido a ese Estado o régimen (hasta la propia Zoe)--, no estoy dispuesto a hacer de esto un combate. Nuestra nación sufre y espera por nosotros, más allá de estrategias y tácticas. Cambiar nuestro destino no es algo imposible, sólo es cuestión de propósito y de buena voluntad. Invito a Zoe a que trate de desprenderse de esa fea falta de bondad cubana.
Reacción de Zoe Valdés
“Por favor, vengo a preguntarle a qué temperatura desea que ponga la hoguera en la que me va a quemar”. Imagínense a Juana de Arco haciéndole semejante pregunta a su verdugo. O vayamos más lejos, y pido perdón porque de ninguna manera esto se trata de una broma, todo lo contrario, más bien resulta de una extrema seriedad. Imagínense a una víctima del Holocausto dirigiéndose a felicitar a una parienta de Adolf Hitler por la eficacidad de los hornos y cámaras de gas.
Despreciable, hondo desprecio. Es lo que he sentido al leer este artículo, del que reproduzco un fragmento:
“El trabajo de la disidencia, periodistas independientes, blogueros y sociedad civil en general para que sea útil tiene que estar basado en la realidad de Cuba (la realidad de Cuba es la de una dictadura pura y dura, no hay más). Hasta todos los cubanos tienen que llegar y estimular a hacer por la evolución del país. Pregunto: ¿qué grupo ha visitado a Mariela Castro para felicitarla por lo que ha hecho por los homosexuales e invitarla a que haga por la libertad de todos? (Esto es el colmo de la estupidez, de la mala leche, o de otra barbaridad). Es necesario un contacto de carácter práctico, amable y respetuoso entre nacionales (O sea, además, con los criminales). Esta es la alternativa, la receta cubana para no seguir esperando por milagros que no existen. En cada municipio, provincia e instancias nacionales, las autoridades tienen que sentir el respetuoso reto cívico de otros cubanos. (O sea, los que reprimen y faltan el respeto son los cubanos, y no los dictadores y sus secuaces). Convertirse todos en los abogados de los problemas sociales del pueblo. Así sea un hueco en la esquina, la falta de aceite en la bodega, o los trancazos y abusos de la policía (todos problemas menores que suceden en cualquier otro país del mundo, bajo democracia. Me recuerdo el tono de un blog famoso)”.
Los paréntesis son míos, el artículo es de Oscar Peña, no tengo la menor idea de quién es, según me cuenta la persona que me hizo llegar el artículo se trata de un connotado pacifista disidente en el pasado, o pasado por disidente, que admira la pintura de Robertico Roba’y’ná –ya con eso se los digo todo. Por cierto, la persona que me mandó el artículo pasó 22 años en una cárcel castrista, su nombre es Ernesto Díaz Rodríguez (doy su nombre con su consentimiento).
El artículo, como era de suponer, ha sido publicado en El Nuevo Herald. Yo me muero de la vergüenza cuando leo estas tonterías –que no lo son para nada, pero yo todavía quiero creerme que lo son--, y es entonces cuando tengo que pedir disculpas a las personas a las que, no siendo cubanas, algunas muy ocupadas en sus propios asuntos, las he involucrado en esta lucha por la libertad de Cuba.
Porque cuando uno lee artículos como éstos, tan insoportablemente bajos, tan insoportablemente irrespetuosos con la inteligencia de los lectores, es cuando uno se pregunta si vale la pena seguir luchando y apoyando a la oposición o si lo mejor, lo más lúcido, lo más inteligente, y lo más saludable, no sería dejar que se las apañen solos, como puedan, y al carijo y la vela.
No sé si alguna vez podremos discutir los cubanos serenamente, sin la costumbre de ponerle etiquetas y descalificar a los otros, como hace Zoe diariamente como un auto obligado ejercicio. Confío en que maduremos y que no nos sorprenda la vejez en estas tonterías de “coger la lupa” para buscar cómo fastidiar lo que expresó otro.
Los que gobiernan en Cuba se alegran cuando desde la Isla, o desde el exilio, nos descalificamos. Zoe, con tanto tiempo viviendo en una de las cunas de la democracia y el modernismo, debía ya hace rato saber que vivir la democracia es asumir que existe lo diverso, que abunda lo contrario y que hacer pactos sociales y políticos entre nacionales cuesta mucho trabajo, pero es saludable. Es lo más inteligente y es de enanos no hacerlo. Lo que a Zoe hoy le parece mi debilidad, puede llegar a ser nuestra fortaleza: Es no temerle al debate con el contrario porque nos acompaña la razón.
Definitivamente, aunque considero que mis puntos de vista aplican mejor al caso cubano que las exageraciones de Zoe, por las especiales características y la trayectoria de un diferendo en el que todos hemos sido no sólo víctimas, sino víctimas-victimarios indirectos --porque todos en un momento u otro hemos pertenecido a ese Estado o régimen (hasta la propia Zoe)--, no estoy dispuesto a hacer de esto un combate. Nuestra nación sufre y espera por nosotros, más allá de estrategias y tácticas. Cambiar nuestro destino no es algo imposible, sólo es cuestión de propósito y de buena voluntad. Invito a Zoe a que trate de desprenderse de esa fea falta de bondad cubana.
Reacción de Zoe Valdés
“Por favor, vengo a preguntarle a qué temperatura desea que ponga la hoguera en la que me va a quemar”. Imagínense a Juana de Arco haciéndole semejante pregunta a su verdugo. O vayamos más lejos, y pido perdón porque de ninguna manera esto se trata de una broma, todo lo contrario, más bien resulta de una extrema seriedad. Imagínense a una víctima del Holocausto dirigiéndose a felicitar a una parienta de Adolf Hitler por la eficacidad de los hornos y cámaras de gas.
Despreciable, hondo desprecio. Es lo que he sentido al leer este artículo, del que reproduzco un fragmento:
“El trabajo de la disidencia, periodistas independientes, blogueros y sociedad civil en general para que sea útil tiene que estar basado en la realidad de Cuba (la realidad de Cuba es la de una dictadura pura y dura, no hay más). Hasta todos los cubanos tienen que llegar y estimular a hacer por la evolución del país. Pregunto: ¿qué grupo ha visitado a Mariela Castro para felicitarla por lo que ha hecho por los homosexuales e invitarla a que haga por la libertad de todos? (Esto es el colmo de la estupidez, de la mala leche, o de otra barbaridad). Es necesario un contacto de carácter práctico, amable y respetuoso entre nacionales (O sea, además, con los criminales). Esta es la alternativa, la receta cubana para no seguir esperando por milagros que no existen. En cada municipio, provincia e instancias nacionales, las autoridades tienen que sentir el respetuoso reto cívico de otros cubanos. (O sea, los que reprimen y faltan el respeto son los cubanos, y no los dictadores y sus secuaces). Convertirse todos en los abogados de los problemas sociales del pueblo. Así sea un hueco en la esquina, la falta de aceite en la bodega, o los trancazos y abusos de la policía (todos problemas menores que suceden en cualquier otro país del mundo, bajo democracia. Me recuerdo el tono de un blog famoso)”.
Los paréntesis son míos, el artículo es de Oscar Peña, no tengo la menor idea de quién es, según me cuenta la persona que me hizo llegar el artículo se trata de un connotado pacifista disidente en el pasado, o pasado por disidente, que admira la pintura de Robertico Roba’y’ná –ya con eso se los digo todo. Por cierto, la persona que me mandó el artículo pasó 22 años en una cárcel castrista, su nombre es Ernesto Díaz Rodríguez (doy su nombre con su consentimiento).
El artículo, como era de suponer, ha sido publicado en El Nuevo Herald. Yo me muero de la vergüenza cuando leo estas tonterías –que no lo son para nada, pero yo todavía quiero creerme que lo son--, y es entonces cuando tengo que pedir disculpas a las personas a las que, no siendo cubanas, algunas muy ocupadas en sus propios asuntos, las he involucrado en esta lucha por la libertad de Cuba.
Porque cuando uno lee artículos como éstos, tan insoportablemente bajos, tan insoportablemente irrespetuosos con la inteligencia de los lectores, es cuando uno se pregunta si vale la pena seguir luchando y apoyando a la oposición o si lo mejor, lo más lúcido, lo más inteligente, y lo más saludable, no sería dejar que se las apañen solos, como puedan, y al carijo y la vela.