"Muchos confunden el carácter, o la fortaleza, con el despotismo y la mala educación. Cada vez aparece más gente incapaz de discernir entre elegancia e hipocresía... mientras se vuelve rutinario gritar para que te oigan, empujar para salir en la foto. Ciertamente, para casi todo en esta vida hace falta fortaleza, pero la fortaleza no está, o no debería estar, reñida con la elegancia. La fortaleza y la educación pueden confluir perfectamente en una persona, como en un plato el arroz con los frijoles. Armoniosamente.
"Comienza a ser políticamente incorrecto ser educado, elegante, ecuánime, etc. Y si añadimos que ser educado, elegante, ecuánime, etc., siempre ha sido considerado una comemierdería por una parte considerable de la especie humana -una comemierdería del establishment-, o una señal de debilidad, pronto podríamos desembocar en una situación institucionalmente extraordinaria: Que ser educado, elegante, ecuánime, etc., sea de una forma u otra penado. En cualquier momento si no manoteas pierdes el trabajo, o si no le escupes la cara a un cliente. No subestimemos a la Sociedad del Disparate".
Los dos párrafos anteriores los publiqué en febrero de 2019 en Facebook. Y no, aún la ecuanimidad ni la elegancia son penadas, pero sus némesis asaltaron el Capitolio, sede del poder legislativo en Washington, y se han inventado un mundo paralelo disparatado, antisistema -antiamericano aunque ellos nunca lo reconocerán-, que ya acoge a cerca de un tercio de la población de Estados Unidos. Hay que ponerse las pilas.