
Armando Añel: ¿Qué opinión te merece la relación entre el Estado cubano y los músicos cubanos residentes en el exterior?
Raúl Ciro: Yo no veo tal relación, sólo puedo hablar de mi experiencia y de mi caso muy objetivamente. Aunque también la valoraría como muy condicionada, vergonzosa, reversible en algunas situaciones. Eso: revisable, liberable, cambiable…
AA: ¿Y cómo podría la música facilitar la normalización de las relaciones, o por lo menos del tránsito, entre Cuba y su exilio?
RC: Delegar en ella, exigirle resultados en ese sentido, me parece desproporcionado más allá de la función que se le presupone como instrumento del hombre. Por el contrario, su aporte más considerable orbita con lo testimonial, no estando libre de manipulaciones: “…hoy represento el pasado, no me puedo conformar”; “Adelante, cubanos, que Cuba premiará nuestro heroísmo…”; “… se me perdió el bastón, se me perdió el bastón”. El “ya viene llegando” contenía una larga espera, 09.
AA: Precisamente, ¿cuál es tu opinión sobre los movimientos recientes en Cuba y el gobierno de Raúl Castro?
RC: Puede ser bastante irrelevante ante lo insustancial, por ello prefiero que mi mente dé saltos sin condicionamientos entre datos objetivos; así me hago una idea, me tranquilizo. Increíblemente, me distancio implicándome a tope:
“Súbitamente, varios oficiales muy identificados con Raúl, empiezan a disparar ráfagas de ametralladora en el corredor descubierto desde donde siguen el juicio. Esto me indigna y protesto.
“-¡Carajo! ¿Qué es lo que está pasando aquí?
“En medio del ruido y del desorden, mis palabras no encuentran respuesta. Veo que Raúl se pone de pie y le arranca las insignias del grado de comandante a Díaz, que se ha mantenido imperturbable. El tribunal encuentra culpable al acusado, pero se reserva la pena a imponerle.
“A la mañana siguiente se me acercan discretamente algunos oficiales.
“-Oiga, comandante –me dice uno de ellos-, lo que está pasando aquí no está claro. Hay más detrás de esto. Es falso que haya una conspiración. Son celos e intrigas, puras intrigas” (cita extraída del libro Cómo llegó la noche, de Hubert Matos).