google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Avaricia, economía y democracia (III)

martes, 21 de julio de 2009

Avaricia, economía y democracia (III)

por Jorge A. Sanguinetty

Si aceptamos que el individuo es el principal responsable de la satisfacción de sus necesidades por medio de la expresión de sus deseos, se desprende que su libertad individual es imprescindible para lograr sus objetivos, para materializar sus preferencias como consumidor, trabajador, empresario o político. Pero la libertad individual deberá estar acotada o regulada para que la de unos no interfiera excesivamente en la de otros. La interferencia es inevitable, el problema es que no sea excesiva.

Por ejemplo, si yo tuviera la libertad de conducir mi auto por cualquier senda, el tráfico sería muy desordenado y caótico, por eso se aplica un simple principio cibernético de control acordando que todos los vehículos transiten por el mismo lado de cada avenida. Pero en los momentos en los que hay mucho tráfico, cuando muchos conductores ejercen simultáneamente su libertad y el derecho de conducir cuando les convenga o lo deseen, la libertad de cada uno estará limitada por la de los demás, pues puede haber tranques o tapones que sean de inconveniencia general. Puede que a mí me moleste que muchos otros conductores hayan decidido sacar sus autos a la calle al mismo tiempo que yo, pero en una sociedad civilizada estoy obligado a soportar esa inconveniencia. La realidad es que no tengo el poder para hacer nada más, pero uno puede preguntarse: ¿qué haría si lo tuviese y pudiera ordenar que no haya tráfico cuando salga con mi auto? ¿Dejaría que mi interés personal reprimiera el de los demás? ¿La acumulación de poder me convierte en un avaro?

Algo parecido sucede en la actividad económica de una sociedad. Aunque tengamos libertades para perseguir nuestros intereses, muchas de las decisiones que toman otros nos afectan positiva o negativamente, dependiendo de las circunstancias. Así, si el vecino le hace mejoras a su casa y la embellece posiblemente eleve el valor de la mía y, por el contrario, si la descuida y su jardín se convierte en un basurero, me perjudica porque el valor de mi casa seguramente bajará. De ahí que en las comunidades bien organizadas haya reglas para amortiguar los efectos de que las acciones de uno afecten negativamente a los demás.

Pero estos arreglos no siempre son posibles. Si, por ejemplo, muchas personas deciden comprar un mismo producto en cantidades más elevadas que lo normal, el precio del bien probablemente suba, lo que será una inconveniencia para los que estaban acostumbrados a comprar a un precio más bajo.

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