El problema de la incomunicación en la Sociedad del Disparate resulta particularmente paradójico en este tercer milenio de la democratización de la información, es decir, de la desinformación. Ahora que el volumen de "conocimiento" en circulación alcanza niveles nunca vistos, cada vez más gente se muestra incapaz de aceptar la verdad o la realidad o como se le prefiera llamar al acontecimiento objetivo.
"Es muy difícil hablar con gente que vive en un universo factual totalmente diferente al tuyo... tú vives en un mundo en el que una serie de cosas son verdad y ellos en otro con verdades diferentes", dice la historiadora Anne Applebaum. "Sigo teniendo amigos más a la derecha o la izquierda, pero parte de lo que solía ser la derecha polaca, británica o estadounidense ahora vive en una realidad alternativa".
Y esa realidad "alternativa", a menudo incompatible con el Estado de Derecho, no ceja en su empeño de destruir las bases del sistema que durante siglos ha garantizado, con sus altas y sus bajas, aciertos y desaciertos, la libertad en Occidente. La Posverdad ha puesto en jaque incluso a Estados Unidos, nos recuerda Applebaum:
"Trump es demasiado incompetente e ignorante para tomar el control de las instituciones del Estado y además EE.UU. es un país federal y no hay empresas del Estado para controlar. Pero sí tuvo éxito en dividir al país más que nunca desde la guerra civil. Y lo que vimos el 6 de enero en el Capitolio no era polarización, republicanos atacando a demócratas, sino un movimiento antisistema que cantaba que quería colgar a Mike Pence. Querían minar la democracia. Y los problemas siguen ahí: el movimiento antisistema, mucha gente pensando que la elección fue robada, muchos que no creen en el sistema electoral... hay un efecto de la presidencia de Trump que será un problema para la democracia durante mucho tiempo".
Incomunicación. Populismo antisistema. Extremos irreconciliables que no pueden rozarse ni con el pétalo de una rosa. Como si hablaran distintos idiomas. Como si vivieran en universos paralelos. El caldo de cultivo ideal para que la mentira gane terreno y la demagogia se extralimite, alimentando aún más el disparate. Hay que poner un stop.
