por Carlos Scholkow
CI manejaba ayer, en la sección Palmadas y Zapatazos, el término “chatarra”. Parece ideal para definir el estado de cosas político que, culturalmente hablando, condiciona el crecimiento iberoamericano. En verdad ha sido chatarra lo que ha desfilado por La Habana, en torno al moribundo Fidel Castro.
Uno se atreve a sospechar, frente a este aquelarre luctuoso, que es hora de asumirnos, masiva y enérgicamente, como somos, en nuestra condición de naciones-chatarra, culturas-chatarra, política-chatarra. Ahí está la materia prima, somos todos nosotros, pero debe ser reciclada. Somos, así que debemos estar. Mientras más se demore el inicio del proceso, más chatarra acumulará la chatarra. Pura geometría.
Michelle Bachelet, por ejemplo. Uno imaginaba que habría de manejarse cierta hidalguía, nacida de la conciencia del trabajo realizado por parte de Chile en los últimos años, pero nada. Ni siquiera Chile. Ni que decir de la derecha mexicana en el gobierno, que da ganas de echarse a llorar.
No hay para dónde virarse, si exceptuamos, con cierta meticulosidad, al gobierno de Alvaro Uribe. Y no habrá para dónde virarse hasta tanto la chatarra no sea reciclada.