por Carlos Scholkow
Ya no queda nadie en los palcos. Todos se han sumado a la conga del reconocimiento al gobierno de Raúl Castro. El anuncio del presidente costarricense, Oscar Arias, y del presidente electo de El Salvador, Mauricio Funes, de que restablecerán relaciones diplomáticas con el régimen castrista, marca la vuelta al redil de Latinoamérica en pleno. Al redil del chantaje emocional y político –cultural sobre todo- con que la llamada “revolución cubana” ha colaborado decisivamente, en los últimos cincuenta años, para mantener en el atraso y la miseria a todo el continente.
Según AFP, “Arias justificó su decisión de restablecer relaciones diplomáticas con Cuba, rotas el 10 de septiembre de 1961, en que "hoy el mundo es diametralmente distinto a lo que era en aquellos días", pese a que al principio de su gobierno protagonizó varios sonados rifirrafes con el líder cubano Fidel Castro”.
¿Qué esperan de Raúl Castro? Tal vez sería mejor preguntarse qué esperan de ellos mismos. Mientras los presos políticos se pudren en las cárceles y el pueblo cubano carece de los derechos más elementales, los gobiernos latinoamericanos arrollan con la conga raulista. El continente se merece lo que tiene a fin de cuentas. La pobreza –económica y moral- lo perseguirá, como mínimo, por lo que resta de siglo.
Porque, recuerden, no se trata de lo que el pueblo cubano quiere, sino de saber lo que el pueblo cubano quiere. Y para eso hay que darle primero a ese pueblo el derecho a que se exprese. El derecho que, precisamente, pisotea sin cesar la conga raulista.