Por Jorge A. Sanguinetty
Independientemente de los problemas económicos que había en Cuba hace cincuenta años, el cubano de entonces podía albergar una esperanza de progresar, algo que el cubano de hoy no parece conocer.
Hay claros indicios de que el proceso revolucionario y otros fenómenos sociales han creado un sentido de impotencia y desesperanza en el cubano de hoy, quien casi unánimemente parece pensar que su único futuro es abandonar el país donde nació, aunque tenga que radicarse en cualquier otro lugar del mundo.
En estas condiciones tan deplorables psicológicamente, ¿qué se les puede recomendar a los cubanos que hagan con relación a su futuro? ¿Será factible o moralmente aconsejable recomendarles que esperen pacientemente a una evolución interna más rápida después que mueran los dirigentes que impiden el progreso nacional? Es claro que aun cuando los once millones de cubanos quieran abandonar el país, la mayoría tendrá que quedarse en él. Por lo tanto, estén preparados o no, tendrán que enfrentar el futuro incierto que se cierne sobre ellos. En tales condiciones hay que preguntarse cuántos cubanos tendrán la entereza de intentar formular alguna estrategia personal para mejorar sus posiciones respectivas ante los cambios que puedan avecinarse. También hay que preguntarse cuántos cubanos estarían dispuestos a hacer algo para propiciar alguna forma de cambio en Cuba.
Los cubanos están acorralados entre un gobierno inepto, inamovible e indolente, y un futuro incierto. Nadie sabe si este nudo gordiano nacional será desatado con la muerte de Fidel Castro dando lugar a algunos o muchos cambios, o si la situación quedará igual. El doble reto a que nos enfrentamos todos aquéllos que queremos hacer algo eficaz para mejorar las condiciones de vida en la isla es, por un lado, definir concretamente qué hacer desde afuera, y por otro lado qué recomendarles a los cubanos en la isla sobre cómo prepararse para cambios cuya naturaleza verdadera nadie conoce. ¿Tiene sentido recomendarles a los cubanos que se preparen en abstracto para un futuro desconocido?
En este punto creo que es esencial reconocer la existencia de lo que yo llamo la “disidencia invisible”, aquélla compuesta por lo que posiblemente sea la mayoría de los cubanos que, aunque forman parte de las filas del gobierno, desean un cambio profundo en el régimen que los oprime a todos por igual.