
En Latinoamérica, y buena parte del mundo, la Cuba castrista representa, a escala simbólica, una especie de dique frente a las oscuras aguas de la globalización que “americaniza” al planeta. Y está de moda refocilarse en la privacidad moribunda, celosamente guardada, de uno de los símbolos más expresivos de ese antiamericanismo: Fidel Castro y su “revolución”.
Lo cierto es que de una cultura como la latinoamericana, más concentrada en ver la paja en el ojo ajeno que en mirar hacia delante, no cabe esperar gestos de solidaridad con el pueblo cubano, esto es, con ese sector del pueblo cubano que se atreve a expresarse libremente y que, por tanto, es el único del que se puede saber a ciencia cierta cómo piensa: la disidencia. La pobreza y esclavitud del pueblo cubano son, para esa cultura, consecuencias del cerco a que ha sido sometida Cuba por el "imperialismo".
Al menos algunos ya sabemos que esa paja es la que siempre mete el pasado en el ojo del futuro. Un futuro que se impondrá finalmente, inevitablemente. Sólo hay que mirar hacia delante.