por Aguinaldo Enterrador
Yoani Sánchez, como siempre, con una lucidez asombrosa, reflexiona sobre la cacerolada del primero de mayo. Además de desligarse del origen de la iniciativa, dejando claro que se enteró “de la convocatoria que circulaba por Internet” como una más, plantea: “Coincidí con varios amigos que sería más realizable el simple gesto de apagar la luz”.
Yo pienso lo mismo, pero todo gesto simbólico tiene que tener un contenido. Hay que dejar bien claros los objetivos. Por ejemplo: a “apagar la luz” se puede convocar como acto de protesta masivo y al unísono, después que se acabe la segunda película del sábado (o quince minutos después para dar tiempo a un ratito de sano esparcimiento), dejando clara la molestia del pueblo cubano ante la falta de lucidez del gobierno. Habría que darle bastante publicidad en los blogs. Seguro que mucha gente con acceso a la internet en la isla se sumará, y los que no se enteren, se sumarán igual, pues al otro día tienen que levantarse temprano para ir al “domingo rojo”.
Lo de “la cacerolada implica exponerse demasiado”, como bien dice Yoani, aunque se puede pensar en tocar las cacerolas el día de la fiesta de los CDR, mientras se prepara la caldosa. Sería algo así como descontextualizar la celebración de una institución represiva, dándole una connotación festiva, hecho eminentemente contrarrevolucionario que podría hacer tambalearse los baluartes totalitarios en las mismas bases. Se me ocurren otros gestos de inconformidad ciudadana, que aislados no significarían nada pero en forma masiva podrían destruir el sistema. Por ejemplo:
• Rascarse la barriga a las diez de la mañana, como expresión de protesta por la falta de alimentos.
• Ir a la bodega a comprar los alimentos racionados con una jaba bien grande, para hacer más notable su precariedad.
• Aplaudir sin llegar a chocar las manos (aplausos mudos) en los actos públicos, para demostrar inconformidad sin correr riesgo.
• Colmar los establecimientos en divisas y pedir “picadillo de soya”, demostrando que tienes dólares para pagar la cuenta pero no consumes porque no hay lo que te gusta.
• Firmar una carta abierta al compañero Fidel, pidiéndole que reflexione más y que no nos abandone en este momento arduo de la lucha ideológica. Exigirle al menos tres reflexiones diarias sería mortal.
No quiero ser concluyente ni que se me tome por pedante. El mío es sólo un humilde aporte, eminentemente estratégico, que me atrevo a ofrecer debido a mis años, a estos jóvenes, valientes y lúcidos, que merecen nuestra admiración y nuestro total apoyo.