por José Gabriel Ramón Castillo
El mismo día que el régimen castrista clausuró el último periódico y condenó a los cubanos al ostracismo, se inició la lucha por la libre expresión en Cuba. Esta contienda ha tenido varias etapas y bastantes encontronazos. Sin embargo, ni un instante se ha cejado en alcanzar este derecho universal.
Todavía, en Santiago de Cuba, se recuerda el caso de los intelectuales Ismael Sambra, Asdrúbal Caner y los hermanos Néstor y Roberto Leliebre Camué, represaliados por publicar un folleto en pleno “período especial” hablando de la crítica situación interna. Por cierto, no sé si Néstor publicó el tercer número pendiente de aquel boletín o si aún está como colchón editorial de algún otro proyecto editorial. Lo cierto es aquella publicación tuvo el mérito de haber sido uno de los primeros intentos publicitarios de la intelectualidad cubana en los noventa, y ha sido rememorado de una u otra forma.
En esa década proliferaron las publicaciones (resurgir moderno de la literatura Samizdat), y entre las más conocidas estaban el boletín del Instituto de Economista Independiente “Manuel Sánchez Herrero”, “EL Observador” de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y la revista Vitral, que, aunque amparada por el Centro de Formación Cívica y Religiosa de la arquidiócesis de Pinar del Río, funcionaba sin licencia editorial y eso la hacía vulnerable a los mecanismo represivos del régimen.
Como bulle el mundo de hoy con Yoanis Sánchez, Claudia Cadelo y el conjunto de blogueros cubanos que bajo constante asedio informan sobre lo que ocurre en la Isla, la Cuba de entonces hervía con las voces de Manuel Vázquez Portal, Odalys Curbelo, Claudia Márquez Linares, Santiago Santana y otros que a diario daban a conocer lo que acontecía en el país. Por día crecía el número de comunicadores sociales que se incorporaban al periodismo independiente, y en un santiamén se formaron dieciséis agencias de prensa independientes. ¡Qué locura!, como decía un colega al referirse a este hecho y a que el Gobierno no podía parar ese movimiento cultural, aunque aplicara los más disimiles procedimientos policíacos.
La pujante intelectualidad cubana habría espacios entre los intersticios de la opresión, y fue frenada con el encarcelamiento de 35 periodistas independientes en la Primavera Negra de Cuba, en marzo de 2003. Sin embargo, como el Ave Fénix, ha resurgido y se visualiza en decenas de periodistas, artistas y blogueros envueltos en una dinámica de cambios donde hacen valer sus opiniones.
Este 3 de mayo, día de la libre expresión, los cubanos lo celebrarán engulléndose los problemas y rumiando sus necesidades. Cuba sigue siendo ese lugar oscuro donde expresarse puede costar la vida o, en el mejor de los casos, ir a parar a la cárcel con largas condenas, como ha ocurrido desde el establecimiento del régimen castrista.
Entre los 205 encarcelados por cuestiones políticas, 22 son periodistas independientes. Sus vidas están condenadas al ostracismo y no celebrarán el día de la libre expresión. A ellos y a todos los encarcelados por ejercer este derecho, no debiera dedicársele únicamente este día. Debiera haber una dedicatoria permanente.
Cuando las ideas están encarceladas, como sucede hoy en Cuba, el mejor tributo es el homenaje permanente. La libertad no puede supeditarse a los caprichos del destino ni a las buenas intenciones de los opresores. Esa es la verdad, y no la que venden los compromisarios de la dictadura, indolentes ante esta terrible barbarie.
Cortesía Pepinistas.