por Armando Añel
Una bandera vespertina ha desencadenado, por acumulación diría, este artículo. Armando de Armas “se ha bajado”, irónicamente, con una bandera contra todas las demás. Todo lo cual genera reflexiones adicionales en torno a la naturaleza de la campaña Con Todas Las Banderas. Está claro que mientras más espacios, miradas y movidas confluyan en función de multiplicar el movimiento -desde la diversidad-, mucho mejor. Incluso cuando, como es el caso, se trate de un estandarte al abordaje.
Y es que nadie debe hacer las paces con nadie para integrar el movimiento, como me decía hace poco un amigo (esto, que argumentalmente parece estrambótico, en el ámbito cubano sirve como aclaración oportuna). Tampoco nadie es el líder o “guía espiritual” del “Maleconazo”, como algunos lo llaman. No lo es Omar Santana por haber diseñado la primera bandera integrada al movimiento. Ni Armando Añel por editar el blog donde se colocó. Ni Francisco J. Garrido -simbólicamente, alguien que ni siquiera es cubano- por concebir la réplica. Ni José Ramón Morales por proponer la campaña. Ni Margarita García Alonso, William Ríos o Ignacio Granados por contribuir decisivamente a encauzarla. Ni, ni, ni (la lista se hace interminable).
Con Todas Las Banderas, como su nombre indica, tampoco es el embrión de un partido o movimiento personalista, ni tiene nada que ver con los sectarismos habituales en ciertas zonas de la blogosfera o el exilio cubano. Su fuerza, u originalidad, radica, precisamente, en su independencia y pluralidad. Más bien se trata de un modo de hacer “política” que apuesta por la iniciativa independiente, por la creatividad expresada en un marco de confluencia, antes que por el liderazgo tradicional.
Lo que quiero decir es que nadie debería renunciar a participar por temor a aupar a individuos con los cuales no simpatiza o cuya obra o posición política desaconseja. Seguramente ese temor permea las mentes, suspicaces, de más de uno, y en cierto sentido es natural. Los cubanos hemos sido engañados y manipulados suficientemente, a lo largo de más de un siglo de existencia nacional, como para no dejar de arquear las cejas ante prácticamente cualquier iniciativa que enarbole una retórica positivista. Pero, en este caso particular, se trata de un movimiento transparente, espontáneo, que ha nacido y se desarrolla a la vista de quien quiera verlo, sin líderes concretos –sino más bien con muchos protagonistas-, sin misterios, exclusiones ni ambivalencias. El fin es loable y los medios eficaces, peculiares, incluso divertidos.
Tampoco nadie debería renunciar al movimiento por “llegar de último”: Los últimos serán los primeros. Cualquiera puede tomar la iniciativa. Cualquiera puede erigirse en portavoz, o “líder”, de la campaña. Cualquiera puede gestionar espacios –Blogs con Banderas no tiene por qué ser el único que exhiba o postee las enseñas, por ejemplo-, actividades, pronunciamientos, incluso formas de financiación, en función de expandir la iniciativa plural de desembarcar en el malecón de La Habana para poner a ondear sus ideas, sus deseos, su personalidad inclusive, en forma de bandera.
Usted no tiene que pedir permiso. Lo mejor que tiene esto es lo que bueno que se está poniendo. Que nadie se autoexcluya.