por Jorge A. Sanguinetty
El nombramiento de militares cubanos a puestos tradicionalmente civiles frecuentemente se interpreta como un proceso de militarización de la economía o de la sociedad en Cuba. Hoy se repite la interpretación a la luz de los cambios de personal anunciados por el gobierno cubano. Yo opino que el simple nombramiento de militares o ex militares no militariza nada, a menos que el régimen administrativo realmente cambie su modus operandi a una forma verdaderamente militar de administración.
El hecho es que las fuerzas armadas se han convertido en la principal fuente de personal ejecutivo del país. Esto se ha evidenciado cada vez que se necesita algún ejecutivo en cuya eficiencia gerencial se pueda confiar medianamente. En tales casos, los Castro con frecuencia acuden a los militares, especialmente de alto rango, porque son prácticamente los únicos cubanos que se han formado como gerentes en sus mandos de tropas y bajo los requisitos organizativos de la logística. La rigidez de la empresa estatal en Cuba sumada a la falta de un programa educativo que valore la eficiencia administrativa por encima de la ideología, y reforzada por una práctica empresarial donde lo político siempre predomina sobre lo económico, contribuyen a una sociedad que no genera ejecutivos eficientes.
Poco después del asalto revolucionario de 1959, cuando comenzaron las intervenciones y expropiaciones de las empresas cubanas seguidas por el éxodo masivo del capital humano gerencial del país, la administración castrista se dedicó a colocar al frente de las empresas a personal cuya calificación principal era la lealtad al régimen. La eficiencia en el manejo de las empresas no era importante para Fidel Castro, cuya agenda no tenía nada que ver con el desarrollo económico del país. Las dos responsabilidades principales de los nuevos gerentes eran, primero, mantener sus empresas operando para evitar la desocupación masiva de sus trabajadores y, segundo, evitar actos contrarrevolucionarios como el sabotaje o la organización de los trabajadores o sindicatos con fines políticos.
Desde las nacionalizaciones, prácticamente todas las empresas cubanas bajo una administración estatal comenzaron a perder eficiencia productiva y fueron agrupadas en las llamadas empresas consolidadas, que funcionaban como monopolios, pero sin el requisito de tener que reportar su solvencia financiera a ninguna autoridad. Eran los comienzos de la planificación socialista bajo la centralización máxima preconizada por Ernesto Che Guevara, que perduró en el país después de su desaparición, pero que condenó a la economía cubana a una ineficiencia crónica. Con los años, las empresas cubanas se adaptaron a no ser eficientes por el profundo desprecio que Fidel Castro ha tenido por las cuestiones financieras, tanto a nivel microeconómico o empresarial como al nivel macroeconómico o fiscal. Esa nefasta tradición hizo que las empresas cubanas nunca fueran incubadoras de personal gerencial de alto nivel, proceso que es muy común en cualquier economía moderna.
Pero, ¿qué podemos esperar de la capacidad gerencial de los militares cubanos? ¿Será suficiente su formación de mandos, disciplina y organización para reemplazar la eficacia de los gerentes civiles que prácticamente han dejado de existir en Cuba? Yo diría que los militares posiblemente sean en general mejores ejecutivos que sus contrapartes civiles en Cuba, pero no creo que lleguen a ser tan competitivos como los gerentes que vemos en sociedades modernas que operan con más grados de libertad.
Cortesía Cuba Futuro.