
Lo que debemos hacer es sustituir esas banderas negras por las nuestras. Entonces sí será un verdadero monte de las banderas y, por supuesto, valdrá la pena marchar. O mejor, tomar el sol en un malecón convertido en playa y/o zona de recreo, como propone Ignacio Granados en una de sus imágenes. Que la alegría, y el respeto a la diferencia, sustituyan al luto y la uniformidad.