Entre los tantos misterios que encendieron la imaginación de Sherlock Holmes, ninguno tan empedernido como el Acertijo de la Desaparición del Carpintero. El detective, que había dilatado lo indecible los requerimientos de la Bloguera Cotidiana, empeñada en desvelar la identidad de la Voladora Núbil, tenía ante sí, en el modus operandi del carpintero, el primer cabo suelto desde que aquel caso lo enredara en los meandros de la blogosfera cubiche. Antes de la desaparición del carpintero, ni siquiera había habido cabos.
Era aquel extraño modus operandi, la conversión de un blog popular en un blog para invitados, lo que agitaba las ya fatigadas neuronas de Holmes y su persistente asesor, el doctor Watson. La Voladora Núbil había partido un buen día así, apenas sin dejar rastro, y el investigador inglés se debatía ante la posibilidad de que el carpintero mutara, como la voladora, antes de desaparecer para siempre. En los días en que la Bloguera Cotidiana lo asaeteaba con sus continuas recriminaciones, Holmes había sugerido esa posibilidad: La Voladora podía desaparecer repentinamente, como el sueño de una noche de verano. Y la Voladora había desaparecido. Aunque vuelto a aparecer. Fue entonces que las revelaciones del Karateco-caricaturista dejaron chiquitas las andanadas de la Voladora y sus ayudantes, y la Bloguera Cotidiana se encerró en un mutismo sepulcral, del que no la sacaría siquiera la Primera Redvolución Banderizada.
El caso era que el Carpintero había desaparecido, y vuelto a aparecer. Y esta vez Holmes ni siquiera podía hallar respuestas en la Cloaca del Pantano.