por Alvaro Alba
El mandatario ruso Dimitri A. Medvedev firmó el pasado 19 de mayo el decreto por el cual se ha creado la "Comisión presidencial de lucha contra la falsificación de la historia en contra de los intereses de Rusia". Ya días antes del 9 de mayo, cuando en Rusia se conmemora el Día de la Victoria sobre el fascismo nazi, Medvedev, en su ya habitual blog, había lanzado la amenaza “Basta de denigrar al ejército rojo, al rol de la URSS en la Segunda Guerra Mundial”.
Al pasar la jornada vino el decreto presidencial anunciando la formación del grupo, que está compuesto por 28 personas, y tiene como objetivos analizar las falsificaciones destinadas a disminuir el prestigio de Rusia y determinar las estrategias para contrarrestar estas falsificaciones. Si la comisión determina que una persona, una entidad jurídica, una organización o un país en específico están falsificando la historia de Rusia, las sanciones van desde la cárcel hasta sanciones económicas, el llamado del embajador ruso a Moscú a consultas o la expulsión del diplomático del país “falsificador” de la historia.
El selecto grupo lo componen miembros de la administración presidencial, del gabinete, del Ministerio de Defensa, el Consejo de Seguridad Nacional, el Servicio Federal de Seguridad - FSB (la rama interna del KGB), el Servicio de Inteligencia Exterior – SVRF (rama externa del KGB), del Instituto de Historia de Rusia y del Archivo Nacional Ruso. La comisión se asemeja mucho a una versión moderna de una de las secciones del departamento ideológico del Comité Central del Partido Comunista de la URSS.
La idea no es nueva en la Federación Rusa. En el 2003, el entonces presidente Vladimir V. Putin había cargado sus pistolas contra los que “tergiversan” la historia rusa y llamó a la elaboración de nuevos textos de historia para las escuelas del país. La orden fue cumplida a cabalidad y existen hoy día en Rusia libros de textos en las escuelas donde Stalin aparece como un excelente administrador que convirtió a la URSS en una superpotencia, y dan el visto bueno a lo que denominan “democracia soberana” – término favorito de Putin para denominar la designación de gobernadores regionales o diputados, sin tener que pasar por las urnas.