Barack Obama comienza a romper el inestable equilibrio que hasta ahora había mantenido la Casa Blanca en torno al conflicto iraní.
Por un lado, se imponía mantener ciertas distancias, pues Mahmud Ahmadinejad y sus acólitos esperaban, ansiosos, un solo gesto de contrariedad por parte de Estados Unidos para masacrar definitivamente la revuelta. Empezar a defender Obama las razones de los manifestantes y terminar éstos aplastados bajo la bota del antiamericanismo al uso era una cosa, la misma, en la mente de los represores. Por el otro, la represión ya ha rebasado los límites ante los cuales se puede permanecer dubitativo.
Como ha dicho Robert Gibbs, portavoz de la Casa Blanca, el presidente quería asegurarse de que la posición estadounidense “no se convierta en un partido político de fútbol que el régimen utilice contra todo aquel que busque justicia en Irán”. Pero ya puestos, Obama elogió este martes el valor de quienes se han manifestado desafiando la brutalidad policial y dijo que se han colocado “del lado correcto de la historia”. Y dijo más:
“Estados Unidos y la comunidad internacional están horrorizados e indignados por las amenazas, los apaleamientos y las detenciones de los últimos días. Condeno profundamente estas acciones injustas (…) He dejado claro que Estados Unidos respeta la soberanía de la República Islámica de Irán y en absoluto interfiere en sus asuntos internos. Pero también rendimos testimonio del coraje y la dignidad del pueblo iraní y de una significativa apertura dentro de esa sociedad.
“El pueblo iraní tiene derechos de manifestación y de expresión. Si el gobierno iraní pretende el respeto de la comunidad internacional, tiene que respetar esos derechos y escuchar el deseo de su propio pueblo”.
Sin embargo, el inquilino de la Casa Blanca se cuidó, una vez más, de meter la pata en el tema de los resultados electorales. Según el presidente norteamericano, se carece de datos fiables para denunciar inequívocamente un fraude electoral en Irán. El anuncio del Consejo de Guardianes, el domingo pasado, en el sentido de que el número de votos sobrepasó el número de personas elegibles para votar en varias ciudades, no indica necesariamente que el candidato de la oposición haya salido triunfante, según analistas.
De cualquier manera, la pelota sigue en cancha iraní. Y Occidente sigue desinformado.