por Alfredo D. Echeverría
Por más de 75 años las funciones capitalinas fueron extraídas de su matriz urbana sin que existieran ni el deseo ni la conciencia hacia la recuperación espacial del pasado. La Habana dejaba de tener su propio rostro. El alma de la capital se llevó progresivamente hasta la mal llamada Plaza Cívica o Centro de la Gran Habana, emplazada en la otrora Loma de los Catalanes.
Así fue que, paulatinamente, las restantes funciones gubernamentales fueron desplazadas hacia esa plaza que Porro califica como un “verdadero forúnculo urbano” plagado de lo que el urbanista ecuatoriano Jaime Izurieta clasificara como el “Arquicrimen” de los edificios que allí se construyeron, a la sombra del horrendo e irreverente monumento al Apóstol. Parodiando a Walter Gropius, ahí la arquitectura dejó de ser la madre dominadora de todas las artes por dejar de ser un arte social.
Por muchos años ha habido un afán, consciente o no, por eliminar la historia del país traducida espacial y funcionalmente a través de sus funciones gubernamentales. Ese éxodo funcional originalmente se manifestó al construirse el Capitolio y el Palacio Presidencial fuera del centro histórico de La Habana. Ese desafortunado desplazamiento contribuyó al paulatino debilitamiento de las bases sobre las cuales la ciudad de La Habana fue concebida.
Más tarde, de haberse ejecutado los amenazadores planes de José Luís Sert de 1956, imbuidos por la doctrina de Charles Édouard Jeanneret (Le Corbusier), se hubiera culminado en un “tiro de gracia” a La Habana. Fueron pocos los que se opusieron al mismo. Entre ellos, Germán Hevia y el Arq. Eugenio Batista, quienes tenían la clara visión de cómo recuperar la genuina alma de La Habana. Pero afortunadamente, sin olvidarnos del costo social, económico y cultural, providencialmente circunstancias políticas inhabilitaron dicho plan.
Cincuenta años más tarde, la aplicación esquizoide del concepto marxista de que la historia es muy pesada para ser acarreada ha culminado en la eliminación de aquellas funciones que dieron origen a la “raison d’être” de La Habana. La ciudad pierde su alma, porque una ciudad no puede ser solamente definida como un conjunto de volúmenes arquitectónicos. ¿Dónde están las funciones que originan la vida urbana? ¿Cuál debe ser la preocupación de los que abogan por la “recuperación” de La Habana?