google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Avaricia, economía y democracia (II)

domingo, 19 de julio de 2009

Avaricia, economía y democracia (II)

por Jorge A. Sanguinetty

En el ejercicio de su libertad el ciudadano toma decisiones económicas y políticas en función de su interés personal, que técnicamente podemos llamar egoísmo, término que generalmente se interpreta mal desde un punto de vista idealista. Sin embargo, no cometamos el error de ignorar que el egoísmo o interés personal es el motor principal del comportamiento humano. Es parte de la naturaleza de los seres vivos que nacen y crecen programados para tener como primera prioridad su propia sobrevivencia. En este punto recomiendo la lectura del ya clásico libro de Richard Dawkins, titulado El gen egoísta: Las bases biológicas de nuestra conducta.

En la búsqueda de esa sobrevivencia, el ser humano crea las formas más complejas de lograrla pero, al igual que otros seres vivos, puede entrar en conflicto con ellos en el proceso. O sea, la búsqueda del interés personal de uno puede entrar en conflicto con la búsqueda del interés personal de los demás. La competencia entre los individuos es parte de ese conflicto, tanto en lo estrictamente económico como en lo político y en muchos otros aspectos de la vida. Aquí podemos señalar que es generalmente beneficioso para la sociedad en su conjunto que la competencia esté sujeta a ciertas reglas. Por ejemplo, ningún ciudadano puede robarle a otro su propiedad simplemente porque desee poseerla.

Si los individuos normalmente nacen dotados para satisfacer sus necesidades por medio de sus deseos en un mundo donde los bienes son escasos, vamos a observar que los mejor dotados (por su inteligencia, destrezas o por ser más fuertes) pueden lograr más que los menos dotados o incluso abusar de estos últimos para explotarlos o simplemente excluirlos. De ahí que un concepto humanista de civilización busque las formas organizativas de las sociedades que les permitan a todos sus miembros tener un mínimo de oportunidades de subsistir y hasta prosperar.

Esta es una de las formas en que yo veo la necesidad práctica de la democracia y de la república, precisamente como un ordenamiento social que permita combinar la libertad de sus miembros de perseguir sus intereses personales, sin tutelas superiores, con la necesidad de que todos, incluyendo las minorías o los grupos más débiles, tengan la oportunidad de prosperar y ser felices.

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