por Ignacio T. Granados
Cierta amistad, que por respeto no critica, reprocha sin embargo que Negros se reduzca voluntariamente a ser un “blogsito ahí”; esperaba que se construyera como uno de esos blogs grandes y serios, que tratan de apropiarse la función del tabloide tradicional. Uno espera que no lo tome a mal que se le cite, pues es sólo como un ejemplo; porque la negativa de Negros a constituirse como un “gran blog” se basa en su propia autenticidad, no en una pretensión. La dificultad salta a la vista, cuando se trata de la credibilidad de los grandes blogueros; que no alcanza a la de los problemáticos, que suelen ser casi siempre “un blogsito ahí”; pero que logran un impacto tremendo, justo por atenerse a sus necesidades más auténticas, que es con lo que acceden a la individualidad real de las personas.
De entrada, la capacidad de impacto de la internet no pasa de ser un poco ilusoria. Y no porque el medio sea ineficiente, sino porque se le atribuyen funciones tradicionales, en vez de descubrirle las virtudes propias. Si el presidente de los Estados Unidos tuvo éxito basando su campaña en la internet, no fue precisamente por sustituir una función tradicional. Por el contrario, habría sido por acceder directamente a la independencia del individuo, no a su pretensión sino a su necesidad real, trabada por los medios tradicionales. Claro, uno entiende, o sabe, que aquí se trataba de otro caso de manipulación de circunstancias, donde, esquivando la marginación por los grandes blogs, se acude a otro supuesto gran blog, al que supuestamente se tiene acceso garantizado.
Sólo que ese es el mismo clientelismo que todo lo ha corrompido por estos lares, e igualándonos al resto nos ofrecería los mismos resultados; porque, no lo olvidemos —lo dijo Perogrullo—, “siempre que ocurre lo mismo sucede igual”. Al final, hay que convenir en la falta de credibilidad de todos esos grandes; que como convenciones, pero más pobres que los medios que tratan de emular, se comportan igual. Día llegará, no hay dudas, en que la internet, de tan natural, muestre a las claras todos sus dones; pero, mientras tanto, más vale pretender cierta modestia, y —¿por qué no?— disfrutar un poco de esta, para otros, insoportable levedad del blog.