por Ignacio T. Granados
En su serie sobre el legendario José Antonio González Lanuza, Emilio Ichikawa pone por fin una de esas jugarretas literarias con que nos impresionaban las figuras de antes. En ésta, el inefable recuerda cierta correspondencia del Diario de la Marina, que aludía a los hermosos nombres de las grandes batallas de Occidente. Los compara con los “horripilantes” nombres de las contiendas hispano-americanas, que parece que no son tan hermosos. No pasa de ser un pequeño divertimiento —esa es la palabra, cuando usé “divertimento” fue por puro snobismo jodedor—, que juega con trampas lingüísticas; pues las lenguas ajenas, que nos parecen importantes, nos impresionan con su extraña sonoridad.
No sé mucho de idiomas, pero sí los trasiego bastante; por eso puedo darme cuenta de varias cosas. Por ejemplo, que “Provence” será muy sonora, pero sólo quiere decir “Provincia”; que Indian Creek se traduciría con la simpleza popular de “Quebrada del indio”; que Hollywood sería una suerte de “Palo Santo”; y que el poetizado “Spoon River” vendría a ser algo así como “Río [de la] cuchara”, o “Cuchara del río”, que es peor.