por Antonio Ramos Zúñiga
En Miami, con las elecciones a la vista, ya se respira el tufo de una carroña anunciada. Ahí tienen la invasión de pancartas de quienes quieren ser o seguir siendo comisionados o alcaldes, convertidos gracias a photoshop en santicos bonitillos que prometen servir al pueblo que los elija. Se les ve por primera vez en persona sin cuello y corbata, qué milagro. Tocan puertas, toman café en el Versailles para hablar de Cuba libre, se cuelan en la radio a inflar globos sobre un sueño miamense que no existe y hasta desfilan por el show pachanguero de Fernando Hidalgo.
El Hit Parade de estas elecciones tiene caras conocidas e inéditas. Hay de todo, desde caraduras hasta saltimbanquis y salidos del closet. Todo el mundo sabe que las miles de pancartas, anuncios, promociones radiales, veladas y fotos de campaña es la tradicional escalada al poder y esconde una rebatiña entre auras tiñosas, intereses creados y marionetas. Miami, la zona condal y sus ciudades, sin duda son un pastel que abre el apetito de cualquiera, con un presupuesto superior al de muchos países latinoamericanos juntos. Hasta un simple puestecito de comisionado -poco retribuido formalmente- le puede asegurar el futuro y proveerle beneficios e influencias benignas a quien lo tenga y retenga. De ahí que muchos comisionados se aferren por años a estar apoltronados en su cargo.
Los que vivimos en Miami tenemos que hacernos muchas preguntas. No buscar respuestas en esta gente que dice representarnos, porque, ¡qué fiasco!, generalmente le van a mentir o manipular. Ofrecen estadísticas pero no aportan soluciones ni buenas ideas, se van por la tangente cuando no quieren enfrentar la verdad y, lo más preocupante, llevan demasiado tiempo haciendo mal su trabajo. Si lo hubieran hecho bien, servir a la comunidad que los eligió, entonces Miami no fuera hoy una ciudad tan empobrecida, de cariz tercermundista.
Por supuesto, no hablo de la Miami maquillada de los ricos y las vedettes, sino de la Miami real, con altísimos índices de desempleo, homeless, déficits presupuestarios, deudas, impuestos por el cielo, mal manejo de los fondos públicos, burocracia hipertrofiada, foreclosures y quiebras que no cesan, educación mediocre, delincuencia incontrolable, politiquería barata, afeamiento urbano, una Miami que se ha ido deshumanizando y perdiendo su brillo. Sumemos los elefantes blancos que van a hipotecar el futuro de nuestra ciudad: el túnel, el estadio y cuanto proyecto se inventan sin tomar en cuenta los impactos negativos en la ciudadanía y un correcto enfoque desarrollista. En conclusión, Miami por años ha carecido de buenos liderazgos, muchos han incumplido sus promesas electorales, siguen metiendo la pata desde sus puestos inoperantes, han perjudicado a la ciudadanía y ahora pretenden que se les vuelva a elegir. Mientras, desafortunadamente, han surgido nuevos candidatos que siguen manteniendo el discurso falso y populista, para ganar votos, aprendido de sus antecesores.
Pero a estas alturas, nadie cree en canticos de sirena ni en slogans de chambelona. La ciudadanía no va a perdonar a quienes han hecho mal el trabajo: comisionados, alcaldes, administradores, con sus edecanes, compadres y “guatacas” incluidos. Más que politiqueros de pacotilla, Miami necesita un nuevo liderazgo realmente democrático, que tenga visión de futuro, capacidad administrativa y conciencia social. Los nuevos líderes deben servir al pueblo, que es lo que no han hecho quienes aún pretenden encaramarse en nuestras vidas. Ese liderazgo de que hablo no aparece reflejado en las caras que adornan las pancartas, y por eso, los votantes debemos rechazarlos, depurar nuestra selección y ser exigentes a la hora de escoger a los nuevos líderes. Tenemos la oportunidad histórica de salvar a Miami: simplemente, no vote por el pasado. Aléjese de los que hicieron mal el trabajo. No se deje engañar por las promesas y discursitos bonitos. Sea responsable con su voto. Acerquémonos a quienes desde sus modestas tribunas nos están ofreciendo un cambio necesario.
Antonio Ramos es activista comunitario, miembro del movimiento Change Miami-Dade (Cambiemos Miami-Dade)