google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Fidel Castro, el espermatozoide

lunes, 10 de agosto de 2009

Fidel Castro, el espermatozoide

Nueve meses antes del 13 de agosto de 1926, o sea, en noviembre de 1925, el conducto reproductor del gallego Ángel Castro disparó a una velocidad increíble más de 36 millones de espermatozoides que marcharon aleatoriamente hacia uno de los óvulos fecundantes de Lina Ruz. En esa batalla por la vida, la verdadera, gana sólo el más veloz o el más tramposo. Fue por eso que el espermatozoide que nueve meses después se convertiría en Fidel Castro trazó un plan macabro para eliminar a todos sus hermanos y, en vez de tratar de fecundar el óvulo frontalmente, como manda la madre naturaleza, aprovechó la inmensa capacidad vaginal de la plebeya Lina y se atravesó en el útero, causando así su primera masacre de la historia.

Millones de hermanos se salieron de su cauce reproductor y cayeron al piso de vetustas tablas con que estaba construida la acogedora vivienda enclavada en Birán. Pero los hermanos recién fallecidos pasaron muy rápidamente al olvido, como en toda guerra, y sólo se escuchó el ¡ah! de Lina Ruz cuando varias gotas de ese semen humeante fueron a parar a sus pies descalzos. Mientras, en el interior de la vagina de aquella sirvienta convertida por el coito en repentina dueña fálica del gallego Ángel Castro, se mantenía la lucha homicida del espermatozoide más tramposo de su generación.

Con una visión encomiable, aquella cosa larga y viscosa que algunos años después atacara un cuartel en Santiago de Cuba, comenzó a esquivar a otra cosa más larga y dura que amenazaba con pasarle por encima en medio de un vaivén rítmico que todavía le era desconocido. De manera que se agachó aprovechando los espacios vacíos que le ofrecía aquella enorme furnia triangular y maloliente y dejó que la verga le pasara por encima matando de esa forma a los pocos hermanos que lo habían adelantado en su loca carrera por la existencia (…) Fue entonces cuando el futuro Fidel Castro cometió también su primera traición de la historia, la cual tuvo como víctima a su propia madre. El espermatozoide calculó fríamente la distancia que había entre el caluroso lugar donde se encontraba y lo que podría ser una excelente cobija para los próximos nueve meses y, casi agonizante, cual Superman con Kriptonita, se arrastró por las paredes vaginales y de un último salto fecundó el óvulo materno.

No valieron lavativas ni enemas. Lina Ruz había sido preñada por el patrón de la casa y una solución tan sencilla como el aborto no se conocía por aquella época, tan remota, en parajes tan inhóspitos y peligrosos como los potreros de Birán.

Botaperro en el foro La Puntilla

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