por Ignacio T. Granados
Entre las grandes catarsis que está desatando la crisis de presupuesto en Miami Dade, sobresale la del recorte de ayuda a las artes. Y de pronto, uno se entera de que las artes contaban con ayuda presupuestaria en Miami Dade, y nadie puede explicarse la inercia cultural de esta pobre ciudad en tanto tiempo. De cierto, si alguna revitalización ha habido en ese sentido, ha corrido por cuenta de iniciativas individuales; proyectos que, justo por ser privados, y dependiendo de los precarios bolsillos de sus promotores, no alcanzan el nivel de notoriedad pública que reclaman. El último argumento en este debate, como el arma rusa, es el del efecto económico que produce esa ayuda a las artes; pero como una suerte de chantaje, ya que produciendo desempleo entre los artistas, los recortes los llevan a competir en el mercado laboral con el resto de los inmigrantes.
Ciertamente, no habría nada más saludable que semejante saneamiento, porque el mercado, como regulador de la realidad, es el filtro que sólo deja lo productivo. Las políticas de subsidio al arte han sido, típicamente, de corte socialistoide; que ya sabemos que es improductivo por naturaleza, propiciando el elitismo encubierto de las políticas populistas. El sostenimiento de instituciones culturales con dineros públicos es tan inmoral como si se les entregara a empresas privadas; porque un proyecto cultural es, siempre, una empresa privada que con dinero público puede darse el lujo de ignorar las demandas que está supuesto a satisfacer, por el recurso inevitable al clientelismo y la exclusión con el ejercicio de poder.
No por gusto, este tipo de práctica es propia de predios universitarios, calcos de tendencia ferozmente socialista que compiten por copiar la supuesta efectividad de las políticas cubanas incluso en términos ideológicos. El único descubrimiento efectivo del neoliberalismo fue que la garantía de libertad está en la práctica económica justa. La imposición de políticas subvencionistas tiene hasta el efecto adverso de corromper la libre competencia, y es decepcionante que hayamos huido de Cuba para caer justo en esto.