por José Luis Sito
¿Cómo esconder una auténtica dictadura? Presentándola como una dictadura legal. ¿Cómo fabricar una dictadura legal? Legalizando la violencia y la arbitrariedad que caracterizan la toma del poder, declarando que el poder fue concedido por el pueblo.
Primero, se necesita mantener la violencia de los orígenes, cuando se mataba fusilando arbitrariamente o se metía a los declarados enemigos en campos de concentración. Luego, es indispensable continuar el proceso de ocupación del poder con métodos legales.
Una vez tomado el poder por la fuerza, el asaltante necesita imperativamente poner ese poder a su servicio. Legalizarlo. Entonces puede comenzar a legislar por decreto, poniendo y quitando leyes según sus necesidades, modificando las estructuras del Estado y las instituciones. Tú haces las leyes cuando quieres y tú las quitas. Esas leyes, esa apariencia de legalidad, sirven para transformar la dictadura pura y simple en una dictadura legal.
Se encarcela a todo el que pide libertad, que grita “jama” o “tengo hambre”, pero al abrigo de la ley.
El Estado nacional-socialista hitleriano no era un Estado sin leyes. Al contrario, estaba plagado de ellas. Hitler y Mussolini llegaron al poder legalmente y destruyeron lo existente no para crear el caos y la anarquía, sino para fabricar sus propias leyes, destinadas a continuar la violencia y la arbitrariedad con que habían tomado el poder. Leyes que instalaban la dictadura legal. El camino seguido por Castro es exactamente el mismo.
Pero esto no es suficiente. Ese poder, obtenido con la violencia y por la fuerza de las armas, y mantenido por leyes que sostienen esa violencia inicial, debe percibirse como una emanación del pueblo. Tiene que hacer creer el dictador que ocupa el trono por voluntad popular, que su legitimidad proviene del pueblo.
Para ello es necesario movilizarlo, tener al pueblo aclamándole. Una dictadura legal, y más una totalitaria como la cubana, pasa por una restructuración completa, total, del cuerpo social. Es una movilización constante, permanente, de todas las energías. Con esto, el régimen vende la colaboración entusiasta, espontánea, de la masa unida tras el Jefe. En realidad, se trata de una unificación violenta y coercitiva del cuerpo social, que supuestamente se adhiere al discurso de la dictadura, la sostiene y la apoya. Es una violencia que se ejerce sobre los individuos, obligándolos de alguna forma a cooperar.