google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: España, ¿un ejemplo para Cuba? (I)

martes, 8 de septiembre de 2009

España, ¿un ejemplo para Cuba? (I)

por Enrique Collazo

Entre la comunidad de académicos y especialistas del tema cubano existe consenso sobre la pertinencia del modelo de la transición española con vistas a un pendiente proceso de transición en Cuba. Esto se debe al éxito que tuvo aquella experiencia histórica en la península, sobre todo porque se basó en un pacto entre las elites y se desenvolvió, contra todo pronóstico, en un ambiente de relativa moderación.

Sin embargo, la transformación en la composición de aquellas elites políticas y el retiro de los que fraguaron la Transición, así como la introducción, con las nuevas generaciones, de retóricas diferentes a las que predominaron en aquel momento histórico, ha devaluado sensiblemente la manera de hacer política en España, destrozando la voluntad de consenso.

Luego de ofrecer un ejemplo paradigmático de transición a la modernidad, venciendo siglos de intolerancia y demostrando al mundo que la hispanidad no era incompatible con una sociedad basada en las libertades, hoy la convivencia política en España es precaria y los espacios de tolerancia y diálogo se reducen a la mínima expresión. La manipulación de la opinión pública, la descalificación del adversario político, la exacerbación de los regionalismos, la corrupción de las administraciones locales, el escandaloso absentismo al Parlamento cuando no el exabrupto grosero e intransigente, así como la creciente politización y crisis del Poder Judicial, entre otros fenómenos recientes, han devaluado el consenso y puesto en cuestión la letra y el espíritu de la Constitución de 1978, profundizándose el enfrentamiento cainita entre españoles, que parecía superado del todo.

Aquel pacto emblemático que igualó gradualmente a España con el resto de las naciones libres de Occidente, ha caducado con el paso del tiempo y con la emergencia de una generación de nuevos políticos que no conocieron los horrores de la guerra. En pocas palabras: el valor de aquel supremo esfuerzo de consenso que logró superar las dramáticas secuelas de una confrontación fratricida y de un régimen autoritario en pos de un futuro mejor, tal y como están hoy las cosas, apenas resiste la prueba de la historia.

En la actualidad resurgen con renovados bríos en la vida política española el dogmatismo cuya consecuencia es la intolerancia. José Martí, que durante su exilio en este país desplegó una enorme capacidad para comprender y aceptar al ser español, expresó en una de sus más agudas reflexiones con respecto a la intransigencia de los cubanos: “la intolerancia: eso hemos heredado de los españoles, aspereza, rudeza contra los que no piensan como nosotros”.

Un siglo más tarde, el profesor y político español Enrique Tierno Galván coincidía con el Héroe Nacional cubano al llegar a la conclusión de que “la intolerancia española procede del pesimismo moral de los españoles respecto de los españoles […] la desconfianza moral es correlativa a una inseguridad casi absoluta […] la fuerza de esta desconfianza moral lleva, inexorablemente, al dogmatismo intolerante”.

Al hacer un breve examen de las condiciones prevalecientes hoy en la sociedad cubana se aprecia una estrecha coincidencia con este rasgo tan negativo y que conspira contra el logro de objetivos que requieren de un serio esfuerzo colectivo capaz de generar un fermento, una masa crítica de ciudadanos capaces de convocar e implicar conscientemente al resto de los ciudadanos en pos de objetivos de elevada trascendencia histórica para toda la nación.

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