google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Juan Almeida, una muerte sin consecuencias

sábado, 12 de septiembre de 2009

Juan Almeida, una muerte sin consecuencias

por Lázaro González

Se sabía que desde hace años Juan Almeida estaba enfermo y sus responsabilidades se limitaban a recibir nuevos embajadores, pasar como presidente de la Asociación de Combatientes de la Revolución y hacer acto de presencia en alguna sesión de la Asamblea Nacional.

Las agencias reportan que murió el tercer hombre en la línea de poder cubano y, como es frecuente, demuestran un absoluto desconocimiento de las claves del poder en la Isla. Almeida era presentado como un símbolo de la unidad de los históricos en torno a Fidel, en consonancia con su estatus honorífico de Comandante de la Revolución, cargo oportunamente creado para no subordinarse a nadie excepto al máximo líder. Nada significa para el poder en Cuba la desaparición de Almeida, y sí deja un asiento que será ocupado por uno de los sucesores designados.

El hecho que las honras fúnebres se limiten a un duelo oficial de medio día y no a uno nacional, que su cadáver no sea expuesto en la Plaza de la Revolución y sea inhumado en fecha no señalada aún en un perdido e inhóspito lugar de la Sierra Maestra, no es algo que deba pasarse por alto. Conocido como un “mediador” entre las facciones en pugna, sólo él sabrá el precio pagado por ello, así como por los recientes acontecimientos en torno a su hijo Juan Juan.

Con 82 años cualquiera se muere de cualquier cosa. Entre ellas, una almohada mal situada que le impide respirar o un desfibrilador portátil sin carga, que se compra en Ebay por dos mil dólares.

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