por José Luis Sito
El debate nacional que el castrismo comienza por estos días responde a la necesidad vital de movilización permanente apuntado en la primera parte de este trabajo. Hay que añadir algunos detalles de gran importancia a estos debates dentro de la dictadura.
En la actualidad que vive el castrismo, este es un debate crítico. El régimen castrista entra en otra configuración, o por lo menos intenta entrar en una configuración cercana al llamado modelo chino. Es un punto potencialmente peligroso, por donde pueden saltar muchos polvorines. Por eso hay que tratar de apagar las mechas. También las del descontento y el agotamiento. Es además un método de purgación, echando al aire las malas digestiones. Eructando, pero prohibiendo el vómito.
Y finalmente, como con cualquier autocrítica en estas dictaduras, de lo que se trata es de denunciar al otro, de acusar al otro de todos los males. Se trata de encontrar el chivo expiatorio. En los últimos debates de la UNEAC el chivo expiatorio fue el funcionario, el burócrata, mientras que los representantes de la UNEAC eran todos absueltos. Pero como funcionarios y burócratas son todos, por lógica impecable el chivo expiatorio de estas asambleas será una vez más el pueblo.
Lo más cómico del asunto es que el pueblo está convocado para acusarse a sí mismo de todos los males pasados y presentes. Visto que la miel del poder la degustan miembros de una casta particular, emancipada de la plebe, dicha casta automáticamente se excluye de la lista de los acusados. Por lo tanto, antes y después de estas asambleas, los jerarcas del bunker castrista quedarán tan puros e inmaculados como la nieve.
Estas asambleas sólo sirven, en esencia, para absolver a los Jefes. El pueblo los absolverá.
La dictadura legal, con un pueblo debatiendo y nunca manifestándose, es un régimen perfecto para mantener su poder eternamente.