por Antonio Ramos Zúñiga
Miami es un ícono de glamour, una urbe “cool”, bonita postcard turística, bien maquillada, todo estilo, un enorme shopping center sofisticado, con playa y sol todo el año. Salsera, rapera, rocanrolera, gozadora, donde hay más carros y bancos que gentes, y donde hay más nuevos ricos, exiliados, artistas, bohemios, esotéricos y gays que en ninguna otra parte. Parece un paraíso, quién lo duda.
Pero también la Miami que vivo tiene varios rostros y muchas almas. Es más hispana que americana, pero no es hispana, claro que no, es “mixed”, transcultural, es un zoo diferente, con más de un millón de habitantes y gente que viene de todas partes, aunque parece no gustarle a los chinos y mexicanos. Pero le encanta a los “homeless” (mendigos y desamparados sin techo). Alguien la llamó la “Babel Miami”, qué bien le pega, porque tiene de todo: de Sodoma, Hollywood, New York, Las Vegas, La Habana de los 50, New York, Panamá, “Puelto Rico”, Santo Domingo, Managua, Port-au-Prince, Río de Janeiro, Caracas, Bogotá, y hasta de Macondo y Miami Vice. Hay de todo, lujos como Coral Gables y Brickell, y barrios de mala facha como Little Havana, la Pequeña Managua y Little Haití.
Tiene mucho sabor de exilio cubano, nicaragüense y venezolano, de diáspora judía, etcétera. Hay legiones de colombianos, argentinos, centroamericanos, y siguen llegando los rusos. Aquí hay muchos haitianos que hablan español, y muchos hispanos que no hablan inglés, pero la gente vive a su gusto como puede, no le importa. El “melting pot” es una ecuación anti-sociológica. Miami no es Estados Unidos, ni es Latinoamérica, ¿qué cosa es? Es una frontera. Pudiera ser un caso atípico de tercer mundo con colorete americano.
Pero, ¿conocen ustedes a Miami por dentro, la imperfecta? Esta ciudad, ¿de quién es y hacia dónde va? Los contrastes son pasmosos. Es una de las ciudades más pobres y delincuenciales de Norteamérica. Tal vez por eso haya tantos abogados, buhoneros y buscavidas. Dicen que antes en Miami se vivía rico, ahora te la vives con purgante.
Usted puede ser uno de esos rostros, de esas almas a que me refería, que no aparecen en las tarjetas de promoción turística: un rictus torvo, sin afeites, un miamense jodido, uno de esos millares de pagadores de impuestos (tax payers) que se quejan porque la vida les va muy mal, porque son la antítesis del sueño americano. Son trabajadores incansables, pero han perdido sus empleos, casas, dinero, negocios, oportunidades, o no han podido conseguirlos.
Están endeudados, engañados, atribulados, no tienen seguro médico. Esperan la bancarrota salvadora y el foreclosure maldito (que el banco les quite la casa), y, por supuesto, el welfare, la ayuda del gobierno federal para sobrevivir y mal vivir si acaso. Sus sueños quedaron al garete o se convirtieron en pesadillas mal llevadas. Y qué decir de quienes viven en las sombras, los inmigrantes indocumentados. No tienen quien les quiera.
Artículo suscrito por la organización Change Miami-Dade/Cambiemos Miami-Dade, un proyecto de Miami-Dade Community Action, Inc.