Este año, la Feria Internacional del Libro de Miami (FILM) cuenta con la asistencia de varios de nuestros colaboradores habituales, como Armando de Armas, Denis Fortún, Luis de la Paz, Ignacio Granados y Rodolfo Martínez Sotomayor. Asimismo, con reconocidos escritores de la ciudad a los que de una u otra manera hemos seguido en Cuba Inglesa: Elena Tamargo, Gina Montaner, Juan Cueto-Roig, Armando Alvarez Bravo, Rodrigo de la Luz, Daniel Fernández, Pedro Corzo… Uno de los platos fuertes de esta edición, sin duda, lo constituyen las memorias de Juanita Castro: Mis hermanos, Fidel y Raúl (Santillana, 2009).
Continuamos la serie de respuestas sobre la base de dos preguntas hechas a editores y escritores relacionados con, o que han visitado la Feria: ¿Cuál es la mayor virtud, y cuál el peor defecto, de la FILM?
Ignacio T. Granados (escritor, editor y bloguero)
Siendo el evento más importante de su tipo, incluso a nivel nacional, la Feria Internacional del Libro de Miami (FIL-Miami) es el objetivo principal del mundo literario local. Eso es natural, como también lo es que todo el mundo se acerque con distintas perspectivas al mismo; y por ende, que la experiencia difiera de uno a otro caso, según la suerte, así como los resultados y satisfacciones que se tengan del mismo. Problemas tiene la FIL, como el peligro de conformarse con ser el evento más importante de su tipo; justo porque Estados Unidos no se caracteriza por promover ese tipo de eventos, no es tradicional en él, y de ahí que tiendan a refugiarse en centros de estudios.
La referencia verdadera de la FIL-M estaría en ferias como la de Madrid, Frankfort o Guadalajara; pero eso no es culpa del Centro Literario de la Florida, ni del MDCC que lo patrocina, que, como centro de estudios en definitiva, pone su interés en el impacto cultural —y lo hace bien— y no en los negocios. Esas otras ferias no son organizadas por centros de estudios, aunque les concedan cierto protagonismo a estos; sino que son organizadas y gestionadas por el mismo gremio, cámaras de comercio, asociaciones de libreros e incluso los movimientos editoriales mismos. De ahí que el énfasis de esas otras ferias esté en el aspecto comercial, y que se enfoquen en el volumen de negocios; que atraigan a firmas importantes, que son las que comprometen a sus autores importantes; y que en ellas se promuevan acuerdos igual de importantes, y premios del mismo nivel.
Sin embargo, para ser gestionada por un centro de estudios y no por una entidad de negocios, la FIL-M ha logrado una gran accesibilidad; en muchas ocasiones ha bastado tener una propuesta para que sea alentada y obtenga un gran apoyo. En lo personal, siempre ha sido una experiencia positiva; quizás porque independiente de su énfasis institucional, lo importante es la gente que trabaja allí, y cómo uno trabaja con ellos. El primer error quizás sea el de verla como conjunto —algo imponente—, como la institución que es y de la que, a priori, ya no se espera comprensión, solidaridad o apoyo; y en la misma línea, el verla como un reconocimiento personal, aunque sea al trabajo de cada quien. En ese sentido, la FIL-M es una ocasión de trabajo, no un reconocimiento. Esa probablemente sea la diferencia que determina nuestra experiencia con ella.