por José Luis Sito
Se ha llamado a cierto período en América Latina, entre 1965 y 1985, la “época de los generales”. Como muy a menudo sucede en este hemisferio, se trata de una denominación falsificada: se le tendría que llamar la “época del comandante” o de las metástasis castristas. Y la tierra de la falsificación por antonomasia acabó llamando a esos criminales “guerrilleros” o “revolucionarios”.
Hay que recordar sin descanso que los generales de aquella época no fueron la causa, sino el efecto. La causa, que en un principio se autoproclamaba el porvenir de la nueva humanidad en marcha, era una demencia ideológica de corte marxista-estalinista. Los regímenes de dictadura militar fueron el resultado vectorial: Pinochet es una creación de Castro, y no a la inversa.
De la misma forma, fueron grupúsculos extremistas y fanáticos de izquierda los que fabricaron por reacción la dictadura en Uruguay, de 1973 a 1984. José Mujica, miembro de una de aquellas organizaciones castristas uruguayas, los Tupamaros, es hoy candidato a la presidencia en ese país sudamericano. Hay que recordarle que no hemos perdido la memoria. Que uno de los responsables de la destrucción de la democracia uruguaya es él. Ayer lobo, hoy Mujica se presenta como un inocente cordero. La vigilancia democrática y la cautela de espíritu deben prevalecer ante estos izquierdistas, ayer extremistas violentos y liberticidas, hoy posibles simuladores.
El proyecto electoral, y el ideológico, de estos izquierdistas latinoamericanos, no deben ser confundidos. En el año 2005, Mujica declaraba en una entrevista para la revista Brecha:
“Brecha: En todo caso, el socialismo no va a ser ahora nomás…
“Mujica: No va a ser ahora nomás. Y uno tiene que dar señales también, desde el punto de vista electoral. ¿Qué queréis, que asuste a los burgueses, que los esté corriendo de antemano? Me parece que no. Y somos nosotros los que tenemos que dar esas señales, porque podemos ser aparentemente los más ultras.
“Además, y guardando las distancias, de camino y todo lo demás, cuando Fidel Castro estaba en la Sierra Maestra nunca habló de socialismo, y habría sido una estupidez que lo hiciera”.
Es siempre una estupidez para un político decir la verdad a sus electores. Pero para un extremista izquierdista latinoamericano es una regla de oro. La mentira es su naturaleza.
En Latinoamérica, estos radicales disimulan la perspectiva de su proyecto ideológico. Se trata de “revolucionar” la democracia, pero a escondidas. Aquí la palabra revolución sirve únicamente de artimaña, como para los castristas: es una trampa del lenguaje. Revolucionar: lentamente, paulatinamente, volver al mismo modelo liberticida y antidemocrático del siglo XX. Los ejemplos están a la vista: Chávez ha necesitado diez años para desmantelar la democracia y el estado de derecho en Venezuela.
Sería de desear que José Mujica esté pensando democratizar su mal llamada “revolución”, no revolucionar la democracia.