por Enrique Collazo
El proceso modernizador de la sociedad española, o sea, la ruptura con el ancien régime, abarca una secuencia histórica de dos siglos aproximadamente. Desde que en 1812 se proclamó la Constitución Liberal de Cádiz hasta hoy, puede afirmarse que la modernidad en España ha enfrentado escollos de todo tipo en su pugna por meter al país ibérico en el pelotón de vanguardia de Europa. En este contexto, superado el régimen autoritario de Franco en 1975 e instaurada la democracia y la sociedad liberal, luego de un exitoso proceso de transición, los últimos presidentes españoles han hecho aportaciones importantes en el empeño de integrar a España al Occidente desarrollado.
Así, por ejemplo, el ex-presidente Felipe González (1982-1996) unció a España al carro de la Europa comunitaria, echando las bases para la ampliación y modernización de la red de infraestructuras ferroviaria y de carreteras de todo el país, lo cual, como se sabe, representa una premisa básica para la conformación definitiva de un mercado capitalista de ámbito nacional. El ex -presidente José María Aznar, por su parte, entre otras medidas modernizadoras, privatizó los sempiternos monopolios castizos de toda la vida, como Telefónica, Tabacalera, Iberia, etcétera, redujo el elevado déficit público --premisa indispensable para incorporar a España a la zona euro-- y facilitó el crecimiento de la mediana y la pequeña empresa. Asimismo, promovió la inversión de las multinacionales españolas, particularmente los bancos, en las economías latinoamericanas de mayor crecimiento.
Y Zapatero… ¿Qué ha hecho el presidente Zapatero en pro de la modernización de España? Pues, en el ámbito local, contribuir a hundir al país en la mayor crisis económica e institucional que se recuerde en tiempos de democracia. Y en el internacional, algo muy importante a su juicio: fortalecer los vínculos político-diplomáticos con la más longeva y represiva de las dictaduras latinoamericanas, así como fomentar sus relaciones con gobiernos de corte populista y antidemocrático en el sub-continente, como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador. Todo ello proyectado y ejecutado por su desatinado y obstinado ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos.