google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Martí, la mujer y la modernidad

sábado, 17 de octubre de 2009

Martí, la mujer y la modernidad

por Enrique Collazo

Existen múltiples evidencias del conflicto que provocara en José Martí su irrupción en una sociedad moderna. Muestra de ello es su primera crónica, apenas llegar a Nueva York, cuando afirma satisfecho que al fin está en un país donde cada uno parece ser su propio dueño. No obstante, no podrá ocultar su desajuste funcional con respecto a un tipo de mujer protagonista de esa misma modernidad y que percibe fría, calculadora, independiente: demasiado viril. Mujeres que en definitiva aspiran a ser consideradas en pie de igualdad con el resto de la ciudadanía. De ahí su fuerte desilusión.

En su libro Mujer y modernidad en las crónicas de José Martí, Inés Guerrero Espejo resume en tres los tipos de mujeres que Martí concibe a su paso por la modernidad norteamericana y en el contacto con el elemento femenino de ese país: la mujer “viril”, la mujer “singular” y la mujer “ángel del hogar”. El cubano, para quien el tema de las mujeres representaría un conflicto permanente, mostrará inequívocamente, por medio de su prosa periodística, su plena identificación con este último tipo. Ello le llevará a criticar acerbamente a las mujeres de sociedades modernas como la francesa o la estadounidense, las cuales, según él, se han dejado contaminar por el “progreso” hasta el punto de que su “ser natural” se ha visto desfigurado por esa suerte de “influjo maligno” que las masculiniza y les demanda “brazos rudos para batallar”. Esta mortificación le acarreará, en el plano personal, toda una serie de desencuentros y equívocos que, a su vez, le provocarán infelicidad y fracasos. Como bien afirma Guerrero Espejo, “es Martí quien no ha logrado encontrar el ideal de mujer que triunfa en sus textos, ni en la mujer neoyorquina ni en su propia esposa”.

Leyendo las crónicas periodísticas y notas personales de Martí, la interpretación que se extrae es que el patriota cubano rechaza que las mujeres se impliquen en la política, siendo aún más importante su negativa a considerar el tema de los derechos de las mujeres como un asunto político. Resulta obvio que la fuerza de las ideas emanadas por la Ilustración y la influencia de las representaciones escatológicas del dinero y el mercado que abundan en el neotomismo español configuraron, en el imaginario martiano, una predisposición moral a la modernidad, de la cual tampoco escapó su concepción acerca del rol de la mujer en la sociedad. Para él las mujeres solamente debían aprender a ser esposas virtuosas, castas, tiernas, bellas e inteligentes, capaces de sustentar un hogar armonioso, evitando así la huída del marido. O sea, que su destino era convertirse en “ángeles del hogar” con el fin de preservar “lo femenino”, requisito indispensable para mantener la unidad de la familia.

La actitud que asume Martí frente a la modernidad es dubitativa e incoherente. Su admiración por el progreso, junto a su profunda frustración por el lucro, el compás del mercado y la bolsa, el predominio de lo urbano y la deshumanización de la tecnología que anunciaban la quiebra de “las instituciones del espíritu”, lo demuestra. Todo ello expresa precisamente “la marca de la modernidad”, o sea, la turbulencia que genera cualquier transición hacia una nueva era signada por otros valores y otros paradigmas. En el caso de Martí, considerado paladín del modernismo en la literatura, sobre todo gracias a sus crónicas periodísticas desde Nueva York, se aprecia una auténtica paradoja: el modernismo de su estilo narrativo y de su militancia política era a la vez su instrumento favorito de crítica y de resistencia a la modernidad.

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