Pandora había salido de su caja. Había un flagelo que restallaba y una sombra que comenzaba a extenderse, cautelosa, entre los vericuetos de la blogosfera cubiche. Adicionalmente, sin que Sherlock Holmes y su inefable ayudante, el Dr. Watson, pudieran explicárselo a derechas, El Hecho remoloneaba más allá de Cumberland y a la ofensiva novosongonesa se habían sumado –-u opuesto, nunca se sabía a ciencia cierta— un escenario en Westh Havana y otro en La Playa. Definitivamente, el anonimato resurgía como la rosa abonada por el pájaro: olorosa pero erizada de espinas… aparentemente frágil, pero desafiante en su dilema.
Sin embargo, mientras Pandora recordaba a los investigadores ingleses el blog de la Voladora Núbil, el flagelo al karatecocaricaturista y la sombra al blog del lago Okeechobee, Anonimón III de Alejandría no se parecía a nadie, ni la corresponsalía de Nuevo Songo, ni La Playa de la bella durmiente. En las regiones ingobernables del anonimato blogosferico la imaginación era un grado, y la imaginación de los tenedores de El Hecho superaba con creces, casi meticulosamente, la repetitiva retórica de los anónimos reciclados.
En cualquier caso, ¿qué había sido de La Voz de Sindo Garay? ¿Por qué el Caballero de la Alegre Figura había colgado el sable? ¿Dónde se habían metido las Sexólogas Ambulantes? ¿Acaso la Zorra del Cerdo había regresado por sus fueros, dispuesta a enredar una vez más los hilos de la blogocosa? La telaraña del misterio seguía atrapando, uno a uno, los enigmas del ciberespacio cubiche. Era, ya estaba aquí -–ya podía anunciarlo formalmente Holmes—, la Tercera Venida de los Anónimos.