por Ignacio T. Granados
No hay dudas de que una de las mejores ficciones del seráfico Borges es El libro de arena, en la misma cuerda que La biblioteca de Babel y Las ruinas circulares. Se trata siempre de la expansión del universo en la literatura, con su base fundamental en la memoria, que es su principio mecánico; pero eso como centro, que se encuentra en todas partes, mientras su circunferencia es la imaginación, que está en ninguna, porque es su objeto final. No en balde él mismo imaginó la lotería enloquecida de Babel, y es probable que eso fuera una proposición sobre su propia vida. Igual que él fue —o es— esa biblioteca suya.
La fijación borgiana con el libro perfecto queda fijada, en todo caso, con su acotación a Las mil y una noches, cuando señala, con esa agudeza que le era tan propia, que en un punto Scherezada cuenta al rey Schariar la propia historia que vivían, desarrollando toda una teoría del libro dentro del libro. Se trata entonces, cuando se habla del libro perfecto, del libro de todos los libros que todos buscan en esa biblioteca de Babel; una Biblia no reducida por el fin (la salvación) sino gratuita y sin otro fin que su sola y perfecta existencia. Más perfecto entonces que la Fronesis —condición salvífica del conocimiento— lezamiana, por esa falta de sentido y objeto fuera de sí mismo, la intrascendencia.
El libro de arena es como la promesa de Michel Ende (La historia interminable) pero más real, porque se reduce a la objetualidad del libro y no se inmiscuye en nuestras vidas. Así, como un extraño y postrer homenaje, aparece Wikipedia en nuestras vidas; e imaginémoslo, porque no hay nada más perfecto. Un libro vivo, una enciclopedia que tiene incluso la posibilidad de ser espuria, es decir, que nos obliga a verificar la pulcritud de sus referencias fuera de ella misma, como una memoria colectiva —y todas sus fuentes— que se condensa. Es lícito disimularla en las referencias, pues después de todo hasta respeta nuestra vanidad, pero Wiki resulta un libro que nos envuelve en su virtualidad y se ha hecho inevitable en nuestras vidas, porque reduce los trabajos de los días. La cultura libresca, esa gloria, ha logrado sobreponerse a los peligros que amenazan al libro: ninguna otra cultura tuvo esa maravilla de su parte, ni la enciclopédica, que ya murió pero resurge, ni la universitaria, que es inútil y cansina.
Nota: Extraído del ensayo del mismo nombre, en el libro (en preparación) Textos manieristas