google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Innoble Premio Nobel, y las complicidades (I)

lunes, 2 de noviembre de 2009

Innoble Premio Nobel, y las complicidades (I)

por Carlos Carralero

Quiero recordarles a muchos que vivo en Europa y no en “pesimismo” (aunque vivir en Europa para los que sueñan un mundo más justo y menos hipócrita no significa todavía, por antonomasia, ser pesimista). A pesar de que, al ritmo que hemos impuesto a nuestro masoquismo, pronto será así. Es que nuestra abuela Europa nos está violando el derecho al optimismo, nos lo está exiliando en Australia. Esto me ha puesto los pelos de punta.

Lo que muchos escriben con cierto realismo no lleva, necesariamente, una nota de arredramiento. Más bien, un mensaje de alarma acerca del peligro que afronta nuestra civilización. Y no solamente por culpa de fanáticos y dictadores. También por la irresponsabilidad, la ignorancia, la falta de visión, las frustraciones y las complicidades de personas con poder que representan a instituciones como la ONU, la UE, la OEA, la Cumbre Iberoamericana e incluso la comisión noruega para la elección del premio Nobel. Incluso por falta de una información objetiva de los medios de comunicación occidentales, cabe incluir al ciudadano promedio del continente.

Empecemos por el otorgamiento del Nobel a algunos personajes. Pero no se asusten, que me limitaré a algunos de ellos.

Jimmy Carter. Premio Nobel de la Paz en el 2002

Presidente estadounidense de 1977 a 1981. Durante su mandato, Carter propició a Fidel Castro que liberara de nuevo la válvula del descontento mandando por el Mariel a miles de enfermos mentales, asesinos y delincuentes, junto a agentes que hoy en día ayudan a los quintacolumnistas a demoler lo mejor que queda del exilio histórico cubano y a infiltrarse en instituciones importantes en Estados Unidos.

Durante su mandato, al declararle, sin impedir lo que vino detrás, el embargo de armas a Somoza (no digo que no debió de haberse hecho: algo similar fatalmente ocurrió con Batista), murió asesinado Chamorro, y Castro, con su incuestionable manera de asesinar la verdad se encargó de colocar a los sandinistas dentro de una óptica democrática, y al final las otras organizaciones opositoras fueron casi anuladas. Luego ocurrió lo que ocurrió con el sandinismo y la contaminación de El Salvador.

Carter no impidió que Castro, soviéticos y alemanes conspiraran en 1979 para llevar la violencia al Yemen. Tampoco evitó el desastre de la guerra entre Etiopía y Somalia, donde a esta última le tocó la peor suerte no sólo por el poder militar y la capacidad combativa del bando etíope, con cincuenta generales al frente y un capaz comandante, el general Ochoa, sino también porque fueron traicionados por cubanos y soviéticos. Para colmar su rosal de meteduras de pata en su venta de maní por el mundo, el cándido ex presidente se las da de ignorante, prefiere esta etiqueta –no es un “castrómano”, ni un “chaveznómano”: le da lo mismo que lo alaben o no-- antes de que lo acusen de cómplice de quienes se queman, se explotan en el aire por ver morir al menos un judío. Este señor (que Castro invita a Cuba para pagarle el favor de acoger en Estados Unidos a miles de locos, cientos de agentes y otros tantos delincuentes) expresa que la culpa del terrorismo palestino la tiene la presencia del pueblo de Israel, simulando ignorar la Jihad. Ignorando que en Palestina, en Siria, en Irak, en el sur del Líbano y en Irán, viven algunas de las peores especies de seres odiosos que sólo saben hacer eso: llevar bien puesto al adjetivo y el horrísono sustantivo auxiliado por un verbo (profesar el odio). Hesbollah, Hamas, Al-Qaida, etcétera, son algunos de los tiernos ejemplares con que una parte de Europa entra en arreglos.

Carter olvida que el verdadero territorio de los palestinos es el que ocupa Jordania, a quien, cuando se funda el Estado de Israel, se le otorga el 80% de las tierras. Los judíos tuvieron que resignarse a aceptar una parte del 20% de lo que quedaba del territorio en que ellos vivieron por miles de años. Pero olvida también este peligroso --por ingenuo o ignorante-- que los palestinos no luchan por las tierras, sino por que desaparezcan los hebreos. Eso no lo niegan los árabes: es el odio, la judeofobia, la causa de este drama sin fin.

Si todas estas hazañas merecen el premio Nobel, el Parlamento Noruego y la comisión que cada año se hace la sueca, la UE con su diálogo euro-árabe, padecen de un síndrome continental y colectivo: el masoquismo.

Meloni: ¿Oportunista o fanática?

  Carlos Alberto Montaner En los años 1959, 60 y 61 se referían en Cuba a los “melones políticos” como alguien que era verde por fuera y roj...