Anonimón III de Alejandría, usualmente jocoso y dicharachero, nos sorprende con una aguda reflexión sobre Cumberland y, ya de paso, sobre el mismísimo Thamacun. Apunta el alcalde de Westh Havana, luego de llamarnos la atención sobre los peligros que encerraría ponerse a jugar con El Hecho, que puede ser interesante “indagar en las ciertas posibilidades existenciales del Hecho Tamacún; esa ficción, como literatura, sería hasta un cumplimiento del esfuerzo patafísico que aún intentan ciertos realistas y surrealistas”.
Precisamente, querido Anonimón III, somos la posibilidad existencial en sí misma. No nos limitamos a jugar, sino que potenciamos el acontecimiento lúdico, maceramos lo mejor de esa cosecha. No hay que olvidar que Cumberland renace en la celebración. “La cultura predominante debe subordinarse al sentimiento. Debe asumir su naturaleza y crear su estereotipo, para sublimarlo adecuadamente. Debe asumir el estereotipo afín a su naturaleza, y recrearlo”, escribe Idamanda Rosael en El orden de todas las cosas. Fue desde esta asunción, desprovista del pesado lastre de la solemnidad y el provincianismo, que arribamos al Tercer Éxodo.
El Tercer Éxodo como algo más que una posibilidad. Como una fiesta. Un desborde de la imaginación. Un corte de mangas del destino manifiesto thamacunés. Así, cabe insistir en que otro mundo es posible, otros significados, otras estratagemas. Vivir puede ser también una razón en sí misma. La patria imaginada. La nación como idea.
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