google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Prolongación Ancestral, la metáfora existencial de Tony Cuartas

viernes, 6 de noviembre de 2009

Prolongación Ancestral, la metáfora existencial de Tony Cuartas

por Ignacio T. Granados

Este es un poemario que como tal ya comporta la dificultad de reseñar la poesía; al menos si no se quiere caer en ese fraude del llamado impresionismo crítico, que sólo sirve para justificar cualquier cosa con una simple impresión. Esa modalidad tiene sus méritos y también sus funciones, pero no haría justicia a una propuesta como la de Prolongación ancestral, un larguísimo y único poema que ya de por sí se nos regala como un monolito perfecto en su extrema unidad. Con setenta y dos páginas de texto, el libro como objeto final adolece de cierta ingenuidad en su factura; pero traspasado el umbral se adentra uno en aquel otro y viejo modo de hacer poesía, que ya tristemente declina. El poema, dedicado a La Habana, es tan hermoso en su letanía que le sobran los prólogos, que sólo revelan una suerte de desconfianza, quizás justificada en su profunda intelectualidad, pero que no cuenta con esa exquisita luminosidad de la belleza que logra.

Como en los viejos poemas épicos, aquí se trata del andar La Habana, la ciudad vuelta mito, pero pisando cada uno de esos escalones suyos por los que se asciende a la facultad que la justifica como mito. No es gratuito eso en Cuartas, que pertenece a un grupo marcado generacionalmente por ese mito ya constituido de su ciudad. Sus referencias, y cómo no, son los cuatro puntales que sostienen al universo intelectual de La Habana; desde la imagen perfecta de La ciudad de las columnas de Alejo Carpentier a los monstruos benignos que la paseaban, Don Hilario González, Guillermo Cabrera Infante o José Lezama Lima. Por eso, aunque sobren un poco en su función de prólogo, sí se puede acudir a las ideas de que se sostiene; el exergo de Jorge Luis Borges en que "...la primera metáfora es el río", o el mismo prologuista (Omar Casas) cuando habla de "La Habana convulsada donde los tigres acechaban las noches de los bares"; o como dice el editor (Armando Añel) sobre la "proliferación de imágenes de índole vallejiana, lezamiana, surrealista".

Cuartas, en fin, nos propone una incursión por aquellas imágenes superpuestas que adensan el aire onírico de la ciudad, tan perdida como amada... y añorada. De ahí esa prolongación, donde como diosa se extiende sobre su propio futuro inexistente, desde un presente que tampoco existe; porque sólo existe la luz que la recuerda y la busca por entre las neblinas de su amanecer, azul y con olor de salitre. No es que no sea retorcido, es que hasta quizás por ello sea bello; es decir, verdadero y bueno, aplicándole el platonismo que explica la pasión imaginativa de este nuevo intelectualismo. Sea pues, andemos La Habana que nos prolonga en sus cunetas y sus farolas, la sal en los ojos y el agua en el olfato, la herrumbre en nuestros labios. Todo eso lo justifica, caminar una vez más.

Nota del Editor. Reseña extraída de la última edición de El submarino amarillo, que ya está online. Clic aquí para leer otros trabajos de este magnífico número.

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