“Una dictadura golpea salvajemente, tortura, encarcela, desaparece y mata. No se le puede dar el más mínimo beneficio de la duda; y mucho menos con espectáculos que ellos utilicen a su favor.
“Si un chileno de la época de Pinochet hubiese invitado a uno de sus perseguidores a dialogar en una esquina céntrica de Santiago, seguramente que las turbas pinochetistas habrían ido a por su captura, lo arrestarían, lo desaparecerían. Ni dudarlo.
“La dictadura castrista tiene una manera muy especial de hacerse la resbalosa. El castrismo sabe suministrar la tortura de manera muy sutil, y siempre tornará la situación a su favor. Turbas enviadas, pero que sin embargo parecen espontáneas gritan encima de un perseguido, empujan, golpean, sin dejar marcas. En medio de la turba aparecerán dos salvadores, dos “buenagentes”, que rescatarán al perseguido de la turba, lo introducirán en un automóvil, y en lugar de desaparecerlo o de encarcelarlo, y sin tocarlo, sin quitarle ni siquiera nada de encima, documentos, teléfono para enterarse de su lista de conocidos, lo abandonarán en un sitio lejano. De este modo, lo que vio el mundo es algo raro ante sus ojos acostumbrados a desayunar con el horror cotidiano, algo que pasará desapercibido a los ojos de ustedes, los cubanos. Ellos vieron que: La policía secreta castrista ha protegido a un disidente del pueblo revolucionario que defendía la revolución. Ese es el tipo de espectáculo que no debemos concederle jamás a la dictadura. Es mi modesta opinión. Eso es espectáculo para engañabobos, y la dictadura lo sabe, se aprovecha de ello. Diálogo, ninguno, con ningún representante de la dictadura”.
Zoe Valdés en su blog