Ni los pueblos, ni las mujeres, ni las minorías, ni los discriminados o marginados gozan de libertad si esta no la definen y alcanzan ellos mismos. Este es el mensaje básico: la autoemancipación es el instrumento para poner fin al racismo y al largo proceso de descolonización cultural y mental.
Si la llamada revolución cubana permitió la organización específica de mujeres, jóvenes y trabajadores fue porque en un nivel político se trataba de actores tradicionales, asumidos sin dificultad dentro del viejo paradigma emancipatorio.
Permitir la organización de los negros y mestizos en el ámbito civil, aunque fuera manipulada, significaba legitimar a actores con un propio sedimento cultural y un impacto específico en el mundo civil y político como sucede hoy en toda América Latina, con el caso de los indios, y en el Brasil y en los Estados Unidos con el caso de los negros. Y ello pondría en entredicho el modelo de nación criollo en Cuba, intacto desde el siglo XIX.
La denuncia hecha por afrobrasileños, afrocaribeños y afronorteamericanos es, en este sentido, algo más que un gesto de solidaridad social y racial frente a unas negligencias políticas del Estado; ella constituye la actualización mediática de la crisis de un modelo de nación que hunde sus raíces en el siglo XIX cubano.
De ahí que el gobierno se niegue a una discusión profunda del tema racial. No sólo porque no admite discutir seriamente cualquiera de los problemas estructurales del país, sino porque no tolera, clínicamente, cuestionamiento alguno a los fundamentos del modelo cultural del que forma parte. Un gobierno que opta por la vía más segura para debilitar a las naciones: la ocultación y transferencia de sus dilemas más agudos.
El acercamiento al problema racial exige, por esa y otras razones, responsabilidad. Los abajo firmantes creemos que el enfoque esencial para afrontar el problema del racismo debe ser el de posracialidad; y la integración nuestra meta social, cultural y política; algo más y mejor que el mestizaje.
El empoderamiento ciudadano, el debate profundo que proponemos —un debate entre cubanos, no de frontera—, las acciones culturales que animamos y la apertura al intercambio respetuoso con todos los actores de la vida social, cultural y política del país, expresan propósitos y oportunidades para reinventar un proyecto de nación inclusivo, y con el aporte de todos los ciudadanos y del mapa abierto de nuestras diversidades en pie de igualdad. Hay aquí un enfoque a compartir por yorubas y cristianos, ateos y existencialistas, congos y carabalíes, marxistas y posmodernos, blancos, negros y mestizos, cubanos en principio, para un proyecto de nación ajustado a nuestras identidades. Todas sin excepción.
Nota del Editor: Fragmento de la declaración Cuba profunda, habla, dada a conocer este 30 de diciembre por Víctor Manuel Domínguez, Juan Antonio Madrazo, Lucas Garve, Jorge Olivera Castillo, Manuel Cuesta Morúa, Leonardo Calvo Cárdenas, Eleanor Calvo Martínez, Yusnaimy Jorge Soca, Víctor González Beuden, Juan Antonio Alvarado, José Idelfonso Vélez e Hildebrando Chaviano. La declaración responde al pronunciamiento de ocho intelectuales residentes en Cuba, quienes criticaron recientemente la Declaración de Apoyo de los Afroamericanos por la Lucha de los Derechos Civiles en Cuba.