google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: La muerte del arte

domingo, 20 de diciembre de 2009

La muerte del arte

por Javier Guzmán Simón

Como parte de mis estudios de música, el 10 de diciembre fui a ver una obra que durante años he anhelado fuera representada: Die Schöpfung o La creación, de Haydn. Cuando llegué allí, encontré una iglesia fría como un cubito de hielo y unos bancos duros e hirientes cual cama de faquir. Si bien es cierto que en Alemania se dan este tipo de congregaciones en los tiempos litúrgicos fuertes, hay calefacción decente y una cultura musical que ya quisiera para sí quien esto mismo escribe.

Tras esperar casi 45 minutos advinieron la orquesta, el coro, el director de la obra, la concejala del distrito y el párroco. Hubo discursos y reparto de placas como si fueran chapitas de refresco. Si me permiten la expresión un tanto hosca, los cunnilingus y las babas superaban la depravación de Sodoma y los jardines colgantes de Babilonia. Cuando ya creímos que todo iba a empezar, tomó la palabra el director pidiendo atención al texto de la obra por su belleza y correspondencia plástica con la música. Sin embargo, el programa sólo estaba en español. ¿Cómo seguir de verdad la obra sin el texto en alemán? Mas la enjundia no acaba aquí: no fue una representación completa de la obra y no se avisó de ello. Siete recitativos no se cantaron. Las viejecitas a mi lado tenían un cacao mental muy notable.

Para desgracia suprema la orquesta, sobre todo la cuerda, intervino inapropiadamente con unos maullidos de ‘gato con el rabo pisado’ notables hasta a los oídos más duros. La dicción del alemán, tanto del coro como de los solistas, dejaba mucho que desear, lo cual no era un gran problema a la hora de la participación de los solistas o de un tutti del coro, mas cuando se comenzaba una forma en canon o fugada, aquello parecía el gallinero de Rebelión en la granja.

Por último, y al sitio que quiero llegar, una reflexión que se hace ya en el título: la ambición del director que sin tener en cuenta lo glorioso de esta obra se lanza a destrozarla. Pero claro, en su currículum sólo aparecerán las obras que ha dirigido, no cómo las ha dirigido, con una grabación adjunta de tal sacrilegio al divino Haydn; el aparentar tanto de la concejala en su papel de promotora cultural como del pobre párroco cual chivo expiatorio de tal pecado.

Creo que el arte sin la espontaneidad pierde gran parte de su encanto y su belleza. Mas hemos llegado al consumismo también cultural, en que no prima la calidad sino la cantidad. Démosle otra estocada al arte y matémoslo, pero no lo torturen así. Porfa, plis.

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