por Armando Añel
Ojalá 2010 traiga serenidad y llene de sentido común a quienes viven esclavizados por su ego. La tiranía del ego es de las más crueles y destructivas, porque desvirtúa la inteligencia del individuo y puede degradarlo a extremos esperpénticos.
La blogosfera cubana ha ilustrado con creces, durante este año que termina, ese lamentable fenómeno. En cualquier caso, más que inteligencia, talento o genio –paradójicamente, muchos esclavizados por su ego disfrutan de estas cualidades—, los afectados precisan carácter. Carácter y autocontrol –también sentido del humor— para sobreponerse a su ego. Tal vez, eso que algunos han dado en llamar “inteligencia emocional”. Porque una cosa es confianza en las capacidades propias y otra bien distinta vivir a remolque de ese ego desbordado, monstruoso, que cuando esclaviza a su receptor es capaz de destruir su reputación y convertirlo en una sombra de sí mismo.
La seña de identidad por antonomasia del intelectual, o el artista, o el bloguero esclavizado por su ego, es la necesidad enfermiza y recurrente de reconocimiento. Porque el ego desbordado guarda numerosos puntos de contacto con la personalidad insegura, dependiente de la atención ajena. Así, cuando el esclavo siente, o imagina, que no está siendo reconocido, reacciona rabiosamente, mordiendo a diestra y siniestra. Mordiendo incluso la mano que le ha dado de comer.
Otra expresión del ego inflamado es la de pretender ignorar las capacidades y triunfos ajenos como mecanismo de defensa contra lo que el esclavo considera “la injusticia de que no se le tenga suficientemente en cuenta”. Pero este, al menos, resulta un mal menor.
“El ego debe ser como tu perro”, dice el chileno Alejandro Jodorowsky. “El perro tiene que seguir al amo y no el amo al perro. Hay que hacer que el perro te siga. No hay que matarlo, sino domarlo (…) En realidad eres el doble y no el original. La identidad que crees tuya, tu ego, no es más que una copia pálida, una aproximación de tu ser esencial. El problema surge cuando te identificas demasiado con ese doble irrisorio”.
Controla ya a ese perro rabioso. Y si no lo consigues, mátalo. Que su cadáver despida lo que queda de 2009. Próspero Año Nuevo.