por Armando de Armas
Ninguna poderosa publicación lo reconocerá, ninguna institución de las que dicen defender los derechos humanos (y hasta los de las hormigas) en el mundo lo premiará, ninguna personalidad mediática lo mencionará. Pero el hombre, el héroe de este 2009 que aceleradamente se nos escurre entre las manos, entre la inercia, no es otro que el hondureño Roberto Micheletti.
De vez en cuando hay hombres que rompen la monotonía de sumisión al implacable Espíritu de la Época, el cual, por lo regular, termina pasándoles una aplanadora por encima. De ellos queda, si acaso, el gesto, la impronta de resistencia ante lo que se presenta, y casi siempre resulta, como lo inexorable. Micheletti es otra cosa, enfrentó al numen epocal y lo venció: le dio hasta en el mismísimo forro de sus arrugados riñones. Es más, el presidente interino de Honduras ha ganado la primera batalla del siglo XXI en América Latina en contra del peligroso pneuma de estos tiempos.
Este lunes 28 de diciembre el gobierno provisional encabezado por Roberto Micheletti cumplió medio año en el poder, con el mandatario bolivariano Manuel Zelaya refugiado en la embajada de Brasil, tocando guitarra, comiendo pupusas y, ante la atenta prensa, llorando lágrimas de cocodrilo destituido.
El gobernante interino, con el aval del Congreso, ha desatendido las perentorias llamadas a restituir a Zelaya en el poder, y ha tenido éxito en resistir las presiones externas, que han sido muchas, incluido el corte de la ayuda humanitaria internacional, y el alboroto delincuencial interno.
La sustitución de Zelaya el 28 de junio pasado, a la fuerza y en pijama --pero con sombrero—, sumió a Centroamérica en lo que ya los cables de prensa nombran como la mayor crisis política desde las guerras civiles de los años ochenta, que mantiene paralizado el proceso de integración regional. Pero lo que no dicen esos cables de prensa, lo que casi nadie dice, es que Micheletti, el Congreso y la sociedad civil hondureña han resistido a pie firme la arremetida, agresiva y grosera, de las fuerzas del socialismo del siglo XXI. Quiero decir, el mismo socialismo ideado en el XIX y llevado a la práctica, con consecuencias de holocausto, bajo las denominaciones de nacional socialismo, por un lado, e internacional socialismo, por el otro. El primero bajo la divisa de maten al judío, y el segundo bajo la divisa de maten al burgués. Supremacía aria el uno, supremacía proletaria el otro.
La crisis de Honduras, quiero decir, el inicio de solución de la crisis de Honduras con la expulsión del impresentable Zelaya, también mantiene congeladas las negociaciones de Centroamérica con la Unión Europea para un Acuerdo de Asociación. Un país especialmente perjudicado ha sido Costa Rica, principal exportador del istmo al mercado europeo, pero sobre todo Honduras, el más pobre de la región. Una Unión Europea que, por otra parte, bajo el celestinaje de España, será empujada a mejorar las relaciones con la tiranía comunista de Cuba, una vez asuma el país peninsular la presidencia rotativa de la mancomunidad, según acaba de afirmar tan campante en su talante esa increíble criatura que es el canciller español Miguel Angel Moratinos.
En víspera de la Navidad, el grupo de donantes a Honduras, que incluye a la ONU, la Unión Europea, Estados Unidos, Francia y España, entre otros, pidió a los líderes hondureños que devuelvan al país a la senda institucional. Vaya, como si el país no hubiese actuado en la senda institucional desde la destitución de Zelaya hasta la celebración de unas impecables elecciones en noviembre. ¿O es que para esa gentuza emperifollada en lo políticamente correcto las instituciones de una nación pobre no cuentan? ¿No cuentan por nación pobre, o no cuentan por salirse del guión que ellos esperan debe seguir una nación pobre?