sábado, 12 de diciembre de 2009
Vivir es una fiesta
Si hubo un prócer respetado en Thamacun –y los hubo en considerables cantidades—, ése fue Emenegildo Evans durante todo el primer tercio del siglo pasado. Evans, autor de los panfletos Biografía de un espermatozoide y La fiesta de vivir, no fue propiamente un prócer de la sentencia. No obstante, su cruzada a favor de la autoestima personal lo convertiría en el activista pro vida más célebre del Reducto, al que seguirían miles de sus contemporáneos en el islote y otras partes del mundo.
Evans solía comparar el momento de la concepción humana con un vertiginoso contragolpe futbolístico (al contrario de la vecina Cuba, donde nunca sentó carta socialmente, en Thamacun el fútbol había alcanzado categoría de deporte nacional). Pero a diferencia de dicho contragolpe, en el que varios jugadores colaboran para introducir el balón en portería, para el prócer la estampida espermática implicaba un trayecto de vida o muerte, inmisericorde y estremecedor, recorrido por cientos de miles de individuos en potencia, “una colosal carrera contra la muerte de la que usted, amigo lector, ha salido vencedor” (Evans).
“Imagínese por un momento --escribe Evans en Biografía de un espermatozoide—. Imagínese acelerando en las tinieblas de una autopista sin fin, escoltado durante horas por cientos de miles de conductores empeñados en superarlo, desesperados por arribar a la meta-óvulo sin su intermitente compañía. Imagine la hazaña incomparable que constituye su victoria, su impositivo arribo a la meta (¡Usted es un ganador! ¡Usted me está leyendo!).
“Imagine poco después la desaparición sin penas ni glorias, descomunal e incomprensible, de sus competidores. Cien, tal vez doscientas mil vidas que no fueron, doscientos mil anhelos truncados, doscientos mil instintos sometidos. Doscientos mil entes irresueltos, doscientas mil historias cercenadas, doscientos mil destinos irrecuperables. ¡Doscientos mil desaparecidos –un ejército que lo rodeaba, que lo flanqueaba, que lo seguía desesperadamente— y usted sigue leyéndome!
“¡Usted debería homenajearse a sí mismo cada segundo de cada minuto de cada hora de cada día de su vida! ¡Usted es un fenómeno, un elegido, un verdadero sobreviviente!”.
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