google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Un nuevo calendario para Cuba

lunes, 4 de enero de 2010

Un nuevo calendario para Cuba

por José Luis Sito

El 24 de octubre de 1793 fue adoptado oficialmente el calendario revolucionario. Con él se conmemoraba el nacimiento en 1792 de la primera república, surgida con la revolución francesa de 1789.

El calendario gregoriano, cristiano, era remplazado por el revolucionario, secular. El domingo, los santos y las fiestas cristianas eran suprimidos y sustituidos por otro tiempo y espacio, un nuevo origen basado en la razón, la ciencia, la naturaleza, la poesía, la utopía y la ideología. Aquel año I de la era revolucionaria, aquella nueva fundación, con curiosa paradoja hacía una constante referencia al pasado, a tradiciones inmemoriales y a costumbres ancestrales. El nuevo calendario se basaba en el ritmo inmutable e inconmovible de las estaciones del año, de la agricultura, de un mundo silvestre y rústico donde abundaban los nombres de origen latín y griego. Por ejemplo, el mes Germinal (marzo-abril) viene del latín “germen”, semilla; el mes “Vendémiaire”, del latín “vindemia”, vendimia.

El escrito de Karl Marx, El 18 de Brumario de Luis Bonaparte, recoge la fecha del calendario revolucionario. El título se refiere al 18 de Brumario de otro Bonaparte, Napoleón, quien declaraba en el año VIII, 1799 gregoriano: “Ciudadanos, la revolución está fijada a los principios que la han comenzado, está terminada”. Los cónsules sucedían a los révolutionnaires.

Napoleón Bonaparte puso punto final a la revolución francesa no en 1799 con la creación del Consulado, o en 1804 con su coronación como Emperador, sino en 1805, con la abolición oficial y definitiva del calendario revolucionario.

Napoleón Bonaparte eliminó el calendario de la revolución porque era incómodo y suponía una ruptura totalmente incongruente con las costumbres de una población que no lo soportaba. Pero sobre todo, y esencialmente, lo abandonó porque el tiempo original se había consumado. Terminaba aquel tiempo que consagraba un establecimiento, una fundación nueva, atemporal, ahistórica. Finalizaba aquel sentimiento de la ausencia de una evolución interior del individuo y de la Historia. En 1805, al comenzar otro siglo, se volvió indispensable permutar el sentido de la fundación mítica revolucionaria y de su calendario.

El gesto de Napoleón fue decisivo, ya que consistía no en apartar o renegar de la revolución, en la cual había participado, sino en adentrar la revolución francesa en la cronología de la Historia.

Había llegado el tiempo de admitir la revolución en un tiempo histórico y de alejarse de aquellas concepciones míticas, con sus fundaciones a la imagen de la fundación de Roma. Había que admitirlo: la revolución no era un acontecimiento sin tiempo pasado ni futuro, un año cero eternamente repetido; la revolución no era independiente de un nuevo proceso histórico. Al abolir el calendario revolucionario, Napoleón Bonaparte integraba definitivamente la revolución al proceso histórico en curso: la revolución adquiría una significación en las acciones de los hombres.

“Cuando se dice que las revoluciones terminan siempre mal, todavía no se ha dicho nada sobre el devenir de la gente después de la revolución”, afirma el filósofo Gilles Deleuze. El devenir de la revolución francesa fue considerable, porque era una autentica revolución y porque sus contemporáneos supieron abandonar un modelo agónico petrificado en su origen y su fundación.

Ha comenzado un nuevo año, un nuevo siglo y, más profundamente, una nueva era para la humanidad. Un momento preciso donde el mundo entra en una fase incierta, insegura, donde aparecen bifurcaciones históricas sin respuestas claras ni determinantes. Un mundo en movimiento y en mutación.

Los “revolucionarios” cubanos, o más exactamente, los ciegos a la realidad vivida y experimentada todos los días en Cuba, tienen que apartarse de las falsas certidumbres, no encerrarse en mitos y tiempos supuestamente revolucionarios e inmortales y entrar en un nuevo proceso histórico dentro de un mundo nuevo en gestación.

El reinado del terror inaugurado hace cincuenta años por la supuesta revolución castrista ha permanecido idéntico a sí mismo, mientras en silencio la isla se volvía un campo de ruinas y desolación. Hay que acabar con el calendario castrista, con el “Año del 40 Aniversario de la Decisión de Patria o Muerte” o con el “Año de los Héroes Prisioneros del Imperio” y demás espantosas deformidades. Hay que inaugurar de urgencia un nuevo calendario para el pueblo de Cuba, de libertad, igualdad y fraternidad.

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