google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Van Van y nacionalismo

miércoles, 27 de enero de 2010

Van Van y nacionalismo

por José Luis Sito

“Para nosotros, los cubanos nacidos después de 1959, que se intente pisotear a los Van Van es como que se intente pisotear a Cuba” (Hugo Cancio). Esto es un poco como si se hubiera dicho en 1950 que el artista oficial más popular y conocido del Tercer Reich, Arno Breker, representaba el arte alemán, o el arte popular alemán.

Los Van Van hacen una música de corte cubano, de estilo cubano, una especie de folclore de la cubanía que venden todas las agencias de turismo. Precisamente lo que exporta la dictadura: una música limpia, de fiesta, de turismo, nacional. Los Van Van son algo más que música popular, son música nacional. Son la música nacional del régimen castrista y, más profundamente, la música nacionalista oficial del castrismo.

El nacionalismo en este tipo de regímenes es la base del negocio del poder. Al igual que China tiene el circo de Pekín y los soviéticos tuvieron el circo de Moscú, nacionalista a ultranza, el régimen castrista tiene a los Van Van y su música nacional. Los Van Van son el circo del régimen castrista. Si se olvida esto, sencillamente se está o mintiendo o ignorando la historia de este medio siglo, lo que equivale a falsificarla.

Hay que recordar por qué la dictadura castrista prohibía a los Beatles: porque no solamente eran diversionismo ideológico, eran también perversión nacional. Los Beatles y demás bandas “no populares” representaban perversiones anticubanas, corrupciones anticubanas, vicios anti-criollos: estilos musicales degenerados.

Pero esta --hay que recordarlo una vez más— no es una política nacionalista represiva que se encuentra en un pasado remoto y prehistórico, no. Esta política se ejercía y se practicaba hace sólo cinco años. Y más aún, es una política nacionalista practicada ahora mismo, a esta misma hora en que estoy escribiendo.

La represión que se ejerce en Cuba contra los grupos de rock, punk, rap, etcétera, no es efecto de la imaginación. La dictadura castrista sólo admite y soporta la música nacional, la suya, la que ha decretado oficial, “revolucionaria”, y entre cuyos máximos representantes se encuentran los Van Van. Los Van Van son los líderes máximos de la música nacional-castrista. Quien se olvide de esto está reescribiendo la Historia, falsificándola, y más grave aún: olvidando la memoria de un pasado y un presente trágicos. Esto es una vergüenza que hay que denunciar imperativamente.

Los Van Van, como Arno Breker en tiempos del nazismo, han sido colaboradores asiduos y serviles del castrismo. El derecho que tienen a cantar en Miami, y donde les dé la gana, no puede exonerarnos a nosotros, cubanos, de levantar la voz de la verdad y la justicia. No se nos puede silenciar bajo pretextos de reconciliación y de “amistad entre los pueblos”. El diálogo y la reconciliación no consisten en callar y/o silenciar la verdad, edulcorarla o enterrarla. Al contrario, consisten en poner al colaborador y al cómplice a plena luz, frente a sus responsabilidades, y con ello ayudarlos, entre otras cosas, a pedir perdón, a reconocer sus errores. Es así como se entrama la recuperación de su conciencia y de su dignidad.

Los Van Van no solamente nunca han hecho ese trabajo de reflexión sobre ellos mismos y sobre lo que significa ser cómplices intelectuales de un crimen, sino que actúan con completo cinismo y vanagloria. No solamente nunca han hecho ese trabajo critico sobre sus relaciones con el castrismo, sino que arrastran toda la propaganda castrista y con ella al aparato represivo del régimen. Los Van Van en concierto son una batalla de ideas musical. Más aún cuando los artistas “contrarrevolucionarios” no pueden dar conciertos en Cuba. Todo esto es insoportable y hay que denunciarlo.

Claro que después la forma de denunciar cuenta, y es aquí, por desgracia, donde algunos grupúsculos “mambises” le hacen el juego sucio al castrismo. O sea, hay alianzas objetivas y subjetivas, conscientes e inconscientes con el castrismo que, desde luego, dificultan que encontremos algún día la salida del túnel.

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