A lo largo de estos meses, Cuba Inglesa se ha caracterizado por ofrecer un espacio de debate e interacción absolutamente abierto, inclusivo. En la sección de comentarios de este blog, como la mayoría de ustedes conoce, se han suscitado controversias candentes, que en ocasiones han derivado hacia el ataque personal y el exabrupto, por no decir el infundio y la irresponsabilidad más chapuceros. Incluso a los detractores más furibundos de esta página se les ha respetado la voz, y vaya que se han aprovechado, escatológicamente hablando, de esa posibilidad.
Ello no implica que desconozcamos las deformaciones que ciertos comportamientos conllevan. Este modo crispado de hacer e interactuar, lamentablemente, forma parte de una cultura sociopolítica que nos acompaña, a los cubanos, desde siempre, y que en la era castrista ha alcanzado, parafraseando al bueno de Lezama, su “definición mejor”.
Así, las derivaciones hacia lo grotesco en la sección de comentarios del blog las hemos visto, y seguiremos viendo, como un mal menor. No menor por relativizarlas, claro está, sino en el sentido de que hemos debido atravesarlas, o soportarlas, en función de garantizar la más absoluta transparencia en el debate, y en atención a una verdad de Perogrullo: es preciso reconocer el problema, desnudar su esencia, para buscarle raíz y solución. Nada que se mantenga a la sombra o a nivel de comentario de pasillo, nada de lo que se habla pero “no se debe hablar”, por muy desagradable que resulte, es a posteriori saludable, ni encuentra reforma, ni mejoramiento, ni antídoto.
¿A qué viene todo esto? Vamos a intentar resumir: Sabemos que hay personas que por su actitud, o prepotencia, o desprecio hacia los demás, etcétera, se han ganado –minuciosamente— la animadversión de una mayoría, pero esta circunstancia, recuérdese, no justifica que nos abandonemos a nuestros más bajos instintos. Pedimos sensatez en las reacciones, sin que ello suponga “pasarle la mano” a nadie. Los ataques a terceras personas al margen, los infundios con nombre y apellidos, las falsas aseveraciones que pueden implicar demandas legales, deberían ser evitados. No estamos exigiendo, estamos aspirando, puesto que cada cual es responsable de sus propios actos. Pedimos, sencillamente, que impere la cordura.