google.com, pub-9878019692505154, DIRECT, f08c47fec0942fa0 Cuba Inglesa: Sobre las libertades individuales

martes, 9 de febrero de 2010

Sobre las libertades individuales

Ignacio Agramonte nació en Camagüey en 1841 y murió combatiendo en Jimaguayú, en 1873. Abogado brillante. Al iniciarse la Guerra de Independencia en 1868, se incorporó a la lucha. Allí su valor y talento militar le hicieron destacar, hasta alcanzar los grados de Mayor General. Asimismo, trabajó como secretario en la primera Asamblea de Representantes a la Cámara de la República de Cuba en Armas, firmó como diputado el Acta de Abolición de la Esclavitud y redactó, junto con Antonio Zambrana, la Constitución de Guáimaro.

El siguiente es un fragmento del discurso pronunciado en febrero de 1866 ante el Rector y el Claustro de la Universidad de La Habana.

Sobre las libertades individuales

Vive el hombre en sociedad porque es su estado natural, es condición indispensable para el desarrollo de sus facultades físicas, intelectuales y morales, y no en virtud de un convenio o de un pacto social, como han pretendido Hobbes y Rosseau.

Funestas son las consecuencias de la intervención de la sociedad en la vida individual; y más funestas aún cuando esa intervención es dirigida a uniformarla, destruyendo así la individualidad, que es uno de los elementos del bienestar presente y futuro de ella. […] el gobierno debe respetar los derechos del individuo, permitiendo su franco desarrollo y expedito ejercicio […] La centralización llevada hasta cierto grado es, por decirlo así, la anulación completa del individuo, es la senda del absolutismo; por el contrario, la descentralización absoluta conduce a la anarquía y al desorden. Necesario es que nos coloquemos entre estos dos extremos para hallar esa bien entendida descentralización que permite florecer la libertad a la par que el orden.

La centralización no limitada convenientemente, disminuye, cuando no destruye, la libertad de industria, y de aquí la disminución de la competencia entre los productores, de esta causa tan poderosa del perfeccionamiento de los productos y de su menor precio, que los pone más al alcance de los consumidores. La administración, requiriendo un número casi fabuloso de empleados, arranca una multitud de brazos a las artes y a la industria; y debilitando la inteligencia y la actividad, convierte al hombre en órgano de transmisión o ejecución pasiva.

La centralización hace desaparecer ese individualismo cuya conservación hemos sostenido como necesaria a la sociedad. De allí al comunismo no hay más que un paso; se comienza por declarar impotente al individuo y se concluye por justificar la intervención de la sociedad en su acción, destruyendo su libertad, sujetando a reglamento sus deseos, sus pensamientos, sus más íntimas afecciones, sus necesidades, sus acciones todas.

El gobierno que con una centralización absoluta destruya ese franco desarrollo de la acción individual y detenga la sociedad en su desenvolvimiento progresivo, no se funda en la justicia y la razón, sino tan sólo en la fuerza; y el Estado que tal fundamento tenga, podrá en un momento de energía anunciarse al mundo como estable e imperecedero, pero tarde o temprano cuando los hombres, conociendo sus derecho violados, se propongan reivindicarlos, irá el estruendo del cañón a anunciarle que cesó su letal dominación.


Evidentemente Agramonte aludía en este discurso al despotismo colonial español, el cual gobernaba con mano de hierro la Isla e impedía las libertades de los pobladores criollos. Las libertades civiles y políticas, así como las libertades económicas de los productores insulares, se veían menoscabadas por la autocracia peninsular. Hoy, bajo otro régimen igual de despótico que aquél, y que controla la vida y sucesos de cada ciudadano, se reproduce en Cuba la pesadilla totalitaria que anticipaba El Bayardo en su discurso. De aquí que sorprenda la increíble vigencia del pensamiento liberal de Agramonte 144 años después.

De la serie Pensamientos Cubanos, de Enrique Collazo

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